Pocos oyentes en el siglo XX

El ciclo Música del siglo XX, promovido por la Sinfónica de RTVE, con diversas asistencias y pomposamente subtitulado Preludio del tercer milenio, viene a paliar la escasa atención que lo contemporáneo merece a los habituales programadores, incluidos los de la propia Orquesta de Radiotelevisión. Por lo mismo, la serie merece aplauso, aunque resulte preocupante esta actitud de mantener la creación de nuestro tiempo en una suerte de gueto, más o menos dorado.El resultado negativo está a la vista, si tomamos como ejemplo el concierto dirigido el viernes por Arturo Tamayo: una asistencia reducida daba al Monumental aspecto desolador. Sin embargo, cualquiera de las cuatro obras escuchadas, habría salido con éxito y recibida con interés por el público de las series habituales. Entonces, con el sano propósito de acercar al público expresiones musicales que no siempre comparte, lo que hacemos es ensanchar el alejamiento, añadir unos cuantos golpes de piqueta a la sima. Mejor esto que nada, dirán algunos. Cierto, pero triste.

Símbolos secretos

Dicho esto, que me parecía necesario, resaltemos la belleza intrínseca y la magia comunicativa de Chiffres, para clave y 23 instrumentos, de Mauricio Ohana (Casablanca, 1914-París, 1992), aquel gran español contrariado que, día a día, perfeccionó una técnica que forma parte constitutiva de su estilo. Elizabeth Chojnacka, que estrenó la página en 1969, la ha protagonizado ahora con absoluta perfección para evidenciar cuánto hay en Ohana de expresividad más allá de su gusto por los símbolos secretos o su cultivo libre de esquemas y procedimientos heredados.Otro ejemplo de belleza musical, honda hasta la intimidad, lo tenemos en Episodios en el recuerdo y el comentario interior, suerte de tenso, y a la vez moroso, soliloquio en el que José Luis Delás (Barcelona, 1928) muestra su instinto y su saber. El punto de partida es una obra anterior de Delás (Tages und der Nacht, 1970), pero el resultado es algo sorprendentemente nuevo que se nos ofreció en estreno mundial.

En los extremos del programa, dos "elefantes sagrados": Luciano Berio (Luguria, 1925), con Formazioni, de 1987, y Xenakis (Braile, Rumania, 1922) con Noomena, de 1974. El mundo de Berio, poliédrico y luminoso, puede darnos sorpresas en todas direcciones. Una de ellas enraiza con lo estructural, tal es el caso de Formazioni, en las que el autor despliega una plantilla instrumental grande e inusualmente situada para un trabajo formidable de precisión, clarísimo a pesar de su complejidad, fuertemente trabado y sin más razón de ser que la pura objetividad musical. No menos magistral, aunque más difícil de audición, es Noomena, en donde, nuevamente, lanis Xenakis nos propone el mayor espectáculo del mundo: una inteligencia excepcional, libre, actuante e imaginante.

La dificultad de montar cuatro estrenos de semejante calibre aumenta el valor de cuantos elogios merece Arturo Tamayo como director y la Orquesta de RTVE como disponibilidad. Que el público fuera escaso pierde importancia ante la que adquiere la música bien programada y meritoriamente entendida y explicada.