Joan Miró
Cuando uno siente que todos los valores se derrumban, hay que agarrarse firmemente al tarro de mermelada de la abuela para salvarse. Los momentos felices que cualquiera haya vivido alguna vez forman un caudal, un patrimonio, una barricada. El paraíso es la infancia, aquella masía de Miró, y el pecado que acarrea la expulsión de ese jardín consiste sólo en crecer. El largo camino hacia el este del edén es la edad que uno va adquiriendo. Ésta nos aleja cada día más del manantial primitivo y cada cual durante el viaje desarrolla la propia conciencia llena de espuma de detergente que se deriva de los ríos contaminados y también atraviesa sueños, crímenes, metales fabricados por la imaginación y los colores de Joan Miró, rojo, azul, amarillo que constituyen sexos y estrellas. Puede uno realizar en compañía de este pintor un trayecto desde la masía de la infancia hasta las constelaciones. En aquel lugar había aperos de labranza, vegetales puros, animales domésticos que concentraban toda la energía de la tierra. A medida que uno crece se va contaminando. Pájaros empapados de petróleo son batidos por olas oscuras en algún lugar del alma, pero existe siempre en ese asfalto interior una alacena preservada donde se conserva aquel tarro de mermelada, y por encima de él se extiende todo el firmamento bruñido dentro de un cajón cerrado. Existen pequeños puertos de pescadores a donde arriban barcas cargadas de plásticos y heces petrificadas que fueron capturadas junto con salmonetes de oro y esquirlas de dioses. En medio de la maldad estamos constituidos por nuestros momentos más felices. Un nudo de aromas, visiones, latidos de sexos se traba en la infancia hasta hacerle sólido en la memoria. La vida consiste en ir disolviendo esas sensaciones con suavidad, y uno desaparece cuando ese nudo se ha desatado del todo. A lo largo del camino hacia el este del edén crecen huertas con coliflores y judías detrás de iglesias románicas, y a veces uno encuentra una estrella de Miró enterrada al lado de una mujer y de un ave encendida.
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