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¿Una izquierda civilizada?

Mario Vargas Llosa

Después de lo ocurrido en estos últimos años en el mundo, y en el propio continente, ¿sigue la izquierda en América Latina inmovilizada en la ideología, los dogmas y estereotipos del pasado o comienza a ser moderna?Para averiguarlo, asistí a la conferencia que acaba de celebrarse en la Universidad de Princeton, organizada por el periodista mexicano Jorge Castañeda, en la que participaron dos ex dirigentes guerrilleros, el colombiano Antonio Navarro Wolff (del M-19) y el salvadoreño Rubén Zaniora (de Convergencia Democrática), Luis Inacio Lula da Silva, del Partido de los TrabajadoreS, de Brasil, el mexicano CuaUhtémoc Cárdenas, del PRD (Partido de la Revolución Democrática), el secretario general del Partido Socialista de Chile, Luis Maira, y el venezolano Pablo Medina, fundador de Causa Radical, que acaba de ganar la alcaldía de Caracas.

En cierta forma, que estos seis personajes estén aquí, en una de las universidades más prestigiosas del "imperio", ya es un cambio, como lo es el que tres de ellos no tengan reparo en hablar en inglés, prescindiendo de los intérpretes. No hace mucho, a un dirigente de izquierda estas cosas lo descalificaban. Ahora, lo legitiman y le acuñan una imagen de político moderno. Todos se muestran resueltos partidarios de la detnocracia, de las elecciones y el plUralismo, la palabra "revolución" no asoma en su vocabulario y todos hacen denodados esfuerzos para no hablar de Cuba y, en todo caso, para no ser identificados con ella. En una de las sesiones, cuatro veces insistió el moderador James LeMoyne en que dijeran su opinión sobre el caso cubano y, las cuatro, obtuvo un autismo pertinaz. Cuando acorraló a Navarro Wolff, éste, con visible embarazo, reconoció que "Cuba era un tema dificil". Explicó que, cuando el M-19 estaba alzado, recibió una ayuda consiante y generosa de Fidel; él mismo tenía en la pierna una prótesis cubana y no podía olvidarlo. Terminó haciendo votos porque hubiera más democracia en la isla. Pero, en las cuatro sesiones a las que asistí, a ninguno de los seis oí pedir que se levantara el embargo y este tema fue sólo aludido una vez, por Lula, quien se sorprendió de que los gobiernos que apoyan "sanciones económicas contra Cuba no las acordaran también contra la dictadura peruana" (en la última

sesión, en la que no estuve presente, Lula y Cárdenas, respondiendo a preguntas del público, se pronunciaron contra el embargo).Creo que sobre el tema de la democracia política hay, en los seis, aunque en algunos de manera más categórica que en otros, un reconocimiento de la importancia de esas instituciones y valores que buena parte de la izquierda llamaba antes, con desdén, "formales". Luis Maira lo precisó: la dictadura de Pinochet hizo comprender a los socialistas chilenos cómo, sin legalidad y convivencia, los derechos humanos son pisoteados y la violencia

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davía mucho más al "realismo mágico" que a una percepción objetiva de la realidad contemporánea. El desarrollo de Chile en los últimos años no tiene precedentes en la historia de América Latina y ello se debe a la lucidez y buen tino del gobierno que preside Patricio Aylwin -y del que forma parte el Partido Socialista de Maira-, que no sólo mantuvo, sino profundizó la política económica liberal, de apoyo a la empresa privada, privatización de la economía, atracción de capitales extranjeros y, en una palabra, de inserción de Chile en el mundo. En estos afios, la intervención del Estado ha sido todavía menor en la vida económica de lo que lo fue en la época de los Chicago boys. Por eso, Chile crece a un ritmo de nueve y diez por ciento anual, tiene el desempleo más bajo del hemisferio y un millón de chilenos salieron de la pobreza crítica en los últimos cuatro años. El Partido Socialista chileno, actuando con una responsabilidad que su paso anterior por el poder no auguraba, ha hecho suya esta política y es, hoy, uno de los más sólidos garantes de la única democracia latinoamericana en la que funciona un capitalismo moderno. Y tanto es así que el líder socialista Ricardo Lagos, precandidato presidencial de la Concertación, propone ir todavía más lejos en la reforma liberal de su país, con la privatización del cobre.

Si hay un partido de izquierda que se ha "modernizado" en América Latina es, pues, el de Luis Maira y hubiera sido útil que él explicara a sus oyentes cómo y por qué ha ocurrido esa transformación, tan positiva para su país y tan buen ejemplo para los partidos congéneres de otros países. Pero un político tiene servidumbres y prudencias ineludibles, si no quiere abrirse flancos y perder posiciones en sus luchas interas, y eso le prohibe muchas veces la coherencia. Supongo que por ese motivo se mostró tan hostil a las tesis sobre la "internacionalización" y en contra del nacionalismo, que yo he estado desarrollando en artículos de EL PAÍS, y que fueron objeto de críticas en la última sesión, a la que no asistí. ¿Cómo puede oponerse a la internacionalización quien cogobierna el país que más se ha beneficiado de ella en los últimos años? ¿Hubiera sido posible que Chile exporte hoy más al Asia que a EE UU si aquélla no fuera una realidad? ¿Que los inversores chilenos hayan podido comprar decenas de empresas industriales y financieras en Perú y Argentina en los últimos meses no es un prueba irrefutable de la "internacionalización" y de lasventajas que ella trae a los países que saben aprovecharla?

Valiéndome de la pregunta que Popper recomienda para juzgar a un gobierno y a una política (¿qué daño pueden llegar a hacer?), mi conclusión es que la izquierda en América Latina -por lo menos la representada en la Conferencia de Princeton- es menos peligrosa que antaño. Menos ideológica, más pragmática y realista, y más democrática, aunque, todavía, sin mucha imaginación. Y, en cuestiones económicas, aún conservadora.

Sospecho que buena parte de los asistentes se sintieron defraudados, con esos izquierdistas sudamericanos que hablaban de pluralismo, elecciones limpias, parlamentos fiscalizadores, nuevos impuestos, en vez de vociferar contra el imperialismo yanqui. Menos mal que estaba allí Lula, quien, de cuando en cuando, animaba- la sesión, convirtiendo el auditorio en plazuela y hablando de "la democracia de los que ganan seis mil dólares al mes y la de los que ganan cien". Princeton es una linda universidad, con una biblioteca maravillosa, donde es un placer trabajar, pero llena de gente "políticamente correcta" que espera que, en estos tiempos de escasez, por lo menos los tercermundistas sigan siendo revolucionarios. El que no lo es, los decepciona. Yo, por ejemplo. Cada vez que abro la boca y opino, tengo la incómoda sensación de que crujen huesos de indignación a mi alrededor y de que algunos colegas quisieran lincharme. Pero son gente educada en el arte difícil de la tolerancia, y se contienen.

Copyright Mario Vargas Llosa, 1993.

Copyright Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario EL PAÍS, SA, 1993.

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