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La impotencia de los derrotados azeries

Mejor equipados y más disciplinados, los armenios avanzan por tierras de Azerbaiyán

JUAN CARLOS GUMUCIO ENVIADO ESPECIAL, En las zigzagueantes líneas del frente al pie de las montañas nevadas de Nagorni Karabaj no es nada dificil adivinar quién va a ganar la guerra entre Azerbaiyán y Armenia. Basta ver a los jóvenes soldados azeríes, mal armados y peor organizados, fumando y contemplando impotentes, desde sus posiciones de repliegue en las colinas, cómo la artillería armenia despedazaba dos aldeas cercanas. Las trincheras que hasta el sábado por la noche ocupaban "para defender Yemazde hasta la última gota de sangre" han sido metódicamente pulverizadas a cañonazos. Para Azerbaiyán, la suerte parece haber sido echada hace tiempo.

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En el campo militar, Azerbaiyán está librando un combate desigual y esto sólo augura más derrotas después de cuatro años de reveses. Es más, los discursos en Bakú, la capital azerí, no tienen nada que ver con la realidad en el terreno. Las llamadas a la movilización son meros ejercicios retéricos. La guerra en sí es un asunto remoto en las ciudades y pueblos. El Ejército se ha quedado huérfano y a merced de las disputas políticas, como las que empujaron al presidente Abulfez Alchibel a despedir a su ministro del Interior, Eskendar Hamidov, la semana pasada. Hay rumores de que el ministro de Defensa pueda correr pronto la misma suerte.No resulta, pues, sorprendente que el futuro de Azerbaiyán se pinte cada vez más sombrío, y la perspectiva de nuevas derrotas está en la mente de todos, especialmente después de la ofensiva armenia lanzada el pasado 2 de abril y que culminó con la captura de la estratégica aldea occidental de KeIbayar y la apertura de un segundo corredor armenio hacia Nagorni Karabaj, un enclave de población armenia en territorio azerí.

Afianzar posiciones

Dos semanas después de la ofensiva, los armenios han conseguido afianzar posiciones en unos 4.000 kilómetros cuadrados de territorio azerí (aproximadamente un 10% del total), y en las trincheras azeríes hay un retrato de las más patéticas limitaciones de la tropa. "¿Qué podemos hacer?", me preguntó un soldado a 400 ' metros, donde las andanadas de cohetes Grad acababan con un caserío de Yemazde, a pocos kilómetros de la frontera con Irán. "Los armenios tienen tanques, helicópteros y brigadas de infantería. Material nuevo, todo procedente de Rusia", dijo a gritos, mientras estallaban morteros a poca distancia.

Pero el soldado y su compañía parecían más bien hipnotizados por el estruendo de continuas explosiones que indignados por las obvias preferencias de Moscú. Todos estaban sin más armas que viejos fusiles Kaláshnikov con un solo cargador. Ninguno tenía casco o un chaleco protector. El oficial a cargo trataba desesperadamente de tomar contacto con los artilleros azeríes emplazados en la cercana aldea de Kubatla para pedir fuego de apoyo. Su radio, sin embargo, no funcionaba. "Cuando se fueron, los rusos nos dejaron sólo chatarra", apuntó uno de los comandantes, un veterano de la campaña en Afganistán llamado Huseinov y que, al servicio de la hoy difunta URSS, ciertamente vio batallas desde un punto más ventajoso. "A los armenios, en cambio, les dieron de todo. Artillería, helicópteros, equipos de comunicaciones... Gran parte del Séptimo Ejército ruso está allá" agregó apuntando hacia Armenia. Huseinov, agazapado detrás de un matorral, empuñando un fusil oxidado, era el retrato de la impotencia azerí.

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Cuando su columna se replegó hacia el Sur, a un poblado llamado Yemazde Bajo, los soldados hallaron poca simpatía entre los pocos ancianos que se habían quedado a defender sus casas. «¡Nos destrozan nuestras casas! ¡Nos quitan nuestro terreno! Y vosotros ¿qué haceis para defendemos?", le espetó un viejo desdentado blandiendo una antigua escopeta de caza. " ¡Oh!, Azerbaiyán, Azerbaiyán% exclamó otro.

"¡El mundo te ha abandonado y Los soldados no sirven para nada'!.

La población de Yemazde, de unas 300 personas, se ha sumado desde el sábado a la cifra de azeríes desplazados que algunas autoridades colocan entre 30.000 y 50.000. Hablar de cifras del conflicto más antiguo y sangriento en lo que fue la Unión Soviética es una invitación a la especulación. Los cálculos más conservadores de las Naciones Unidas dicen que más de 3.000 personas han muerto desde el esler,

Entre 30.000 y 50.000 azeries desplazados de las zonas de combate se refugian en que Yemazde, pequeña población de más de 300 habitantes estallido de hostilidades en Nagor ni Karabaj en 1988. El Gobierno de Bakú dice que la cifra bordea los 20.000. Armenia, por su parte, acusa a Azerbaiyán de iniciar el conflicto y tiene sus propias versiones de atrocidades supuestamente cometidas por los azeríes. Oficialmente, el Gobierno armenio dice que el Ejército re gular no está involucrado en la guerra. Los combatientes arme nios, dice, son fuerzas de defensa propia de los armenios en el territorio de Nagorni Karabaj.

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