Tres años después
El director de la Compañía Nacional de Danza, cuyo contrato ácaba de ser renovado por tres años, considera que el conjunto va por el buen camino, pese a que existe un sector de bailarines contrario asu gestión. Frente a las acusaciones que se le han hecho sobre "presuntos despidos" y "posibles represalias", Duato dice que ha preferido callar y seguir trabajando.
Desde hace tres años, por encargo del Ministerio de Cultura, dirijo la Compañía Nacional de Danza, y debo decir, que estoy muy contento. Aunque está claro, y alguna vez aparece por escrito, que tenemos problemas. Muchos problemas y muchas dificultades que vencer.La vida de los bailarines, es dura, dificil y terriblemente corta. Antes de los cuarenta años ya vamos siendo viejos para bailar. Por otra parte, los bailarines tenemos que revalidar cada día nuestro talento y nuestras facultades ante el coreógrafo, el director, la crítica y el público'. Todo ] ello crea inseguridad, angustia, no aceptación, temores y, muchas veces sin quererlo, se generan tensiones. El maestro, el coreógrafo, el director de turno pasan a ser los culpables de las limitaciones, la pérdida de facultades, la carencia de estilo, la inadaptación a las nuevas tendencias, la no superación de etapas, etcétera. En definitiva, entre la angustia y el temor hay un peligro fácil de confundirlo todo y terminar "matando al mensajero".
Yo no he sido un bailarín precoz. Empecé tarde y pronto salí de España con ánimo de. aprender, ansioso por bailar. El Rambert School, Mudra, Cuilberg ( Balleten, Alvin Ailey y Nederlands Dans Theater han sido mis escuelas de danza. Madrid, Londres, Bruselas, Nueva York, La Haya, las ciudades de mi vida profesional. Maurice Béjart, ( Mats Ek y Jiri Kylian, mis maestros. Nada me ha sido fácil. Nadie me ha regalado riada. Nunca he querido ser fijo en una compa
Identidad artística
Hace tres años, como he dicho, fui llamado por el Ministerio de Cultura para dirigir la Compañía Nacional de Danza, entonces Ballet Lírico Nacional, coincidiendo con una oferta similar de la ópera de Berlín. Al parecer, a las cosas no le iban bien a la in Compañía. Había que dotarla de una identidad artística propia y d conseguir una posición en la escena internacional. Yo conocía e la Compañía y me decidí por venir a España. El trabajo, desde entonces, no ha sido fácil y no ha estado exento de problemas. No obstante, los problemas no son de las personas, son de las estructuras y de la falta de tradición en nuestra disciplina. Nos guste o no, en España no hay tradición más que & ballet clásico español. Un director, como un seleccionador, tiene que mandar e imponer su criterio y, ante un colectivo numeroso y no muy uniforme, tiene, fundamentalmente, que elegir. Y eso no siempre es agradable, sobre todo para los no elegidos. Un director tiene que marcar una línea y determinar un repertorio, y no puede hacer dejación de sus responsabilidades y abandonarse en manos de unos pocos. Nunca lo he hecho. He asumido siempre mis decisiones y he intentado dar a la Compañía Nacional de Danza y a sus bailarines lo mejor de mí mismo. Hemos trabajado duro y la inmensa mayoría ha respondido siempre con una gran profesionalidad. He remontado para ellos muchas de mis coreografías, he creado algunas nuevas, he llamado a Kylian, a Van Manen, a Forsythe, a trabajar con ellos. En general, después de casi tres años de esfuerzo, creo que puedo decir con satisfacción que o vamos por el buen camino. La ] respuesta no se ha hecho esperar y la demanda de Compañía se ha triplicado. No tenemos una fecha libre en todo 1993, contratado parte de 1994 y algo de 1995.
Teñido de polémica
No obstante, con cierta frecuencia, ha aparecido el nombre de la ompañía Nacional de Danza, eso sí, capitalizado por un sector de bailarines, como algo teñido de polémica y de confrontación en diversos medios de comunicación e incluso por alguna egregia iputada, portavoz de los mismos en el propio Parlamento: onvocatoria de huelga, presuntos despidos, posibles represalias que aparecieron en boca de los disidentes. También es cierto que, pese a los continuos requerimientos, y salvo muy contadas excepciones, yo he decidido,unido cada vez más al resto del colectivo- callar y seguir trabajando, que es mi mejor forma de manifestarme.
Quiero dejar claro que no siempre "el que calla otorga" como dice el refrán popular. Muchas veces, el que calla no quiere echar leña al fuego, otras veces el que calla evita herir sensibilidades. Y si además el que calla tiene que cumplir cada día con la resposabilidad de no traicionar a aquellos que han puesto en él su confianza, el que calla no debe dejarse llevar por sus impulsos, ni puede hablar con ligereza. Muchas veces, aunque escuche y lea graves incorrecciones y mentiras, el que calla tiene que morderse la lengua y contar hasta 10 para evitar llegar a perder la objetividad en sus declaraciones, poniéndose al mismo nivel de sus detractores.
Me gustaría dar las gracias a todos aquellos que me han animado y alentado a seguir adelante en mi trabajo durante estos años. En primer lugar, a todos aquellos bailarines que, aun a riesgo de enfrentarse a sus compañeros, han seguido trabajando. Al colectivo de los técnicos, al equipo de dirección y al personal administrativo, por su colaboración inestimable. Muy encarecidamente al INAEM y al Ministerio de Cultura, que me han alentado siempre a seguir el camino emprendido. Aunque todo eso no supondría mucho para mí si no hubiera tenido día a día el aplauso, cada vez más unánime, de un público que ha llenado hasta la bandera los teatros. Para todos ellos, las gracias sinceras de Nacho Duato.
Babelia
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