La crisis en el Magreb
Concluye la articulista su análisis del fundamentalismo, ciñéndose en esta ocasión al Magreb, zona en la que, explica, existen recursos naturales y cualificación profesional-suficientes para conseguir superar la actual´crisis económica, social y política. Una superación que, a su juicio, debería conjugar lo plural y democrático con el respeto a las raíces, y contar con el apoyo de Europa, en especial de España.
La crisis que conocen hoy los países donde ha prendido la semilla del fundamentalismo ha significado el resurgimiento de la "cultura del motín": una deslegitimación de lo político desde instancias religiosas a la que se aludía en la primera parte de este análisis [publicada ayer]. Es la perspectiva del nacimiento y desarrollo del fundamentalismo actual.La crisis viene inducida en los países del Magreb desde el campo económico, desde el campo social. Al final, cobra un carácter ideológico. La crisis económica se ha acentuado a partir de los años ochenta. Antes, estos países, los unos con una dinámica socialista, los otros con una dinámica más o menos autocrática o liberal (el caso de Túnez) avanzaban hacia el desarrollo con unos éxitos desiguales. Después de su independencia -Libia en 1951, Túnez y Marruecos en 1956, Argelia en 1962- esos Estados, siguiendo ambiciosos planes de desarrollo, realizan inversiones Tasivas en los sectores mineros,. manufactureros, transportes y comunicaciones. También, como se ha indicado ya en educación y salud. Lo hacen a partir de recursos propios, como hidrocarburos o minería o, simplemente, endeudándose.
Burocracia y corrupción
El Estado es el gran responsable de la industrialización, desarrollándose bajo su batuta las empresas públicas, que logran un notable éxito en el fomento de empleo y la redistribución de recursos en la base. Es la faceta positiva de la empresa: pública. La negativa es la tremenda burocracia y la corrupción que lacran el. desarrollo industrial, a manos de la casta dominante en el poder político.
Hay que señalar también la insuficiencia de la acción del Estado en sectores- como la formación profesional y su incapacidad para responder al tremendo reto del acelerado crecimiento demográfico. Según Ives Lacoste (El Estado del Magreb), a finales de los ochenta y comienzos de los noventa en Argelia se deberían haber creado 250.000 empleos y sólo se consiguieron 100.000, mientras que Túnez necesitaba 75.000 y fueron 45.000 los nuevos puestos de trabajo.
Así, el crecimiento, objetivo primordial de los nuevos Estados tras la independencia, arranca lentamente en los sesenta para mejorar en los setenta, gracias al turismo y a un mayor dinamismo de la industria minera y de transformación. Pero entra en crisis en los años ochenta, sobre todo por la caída de los precios de las materias primas, desbaratando el frágil equilibrio logrado en la época anterior entre la renta minera, la industrialización y la demanda, principalmente de la Comunidad Europea.
Dependencia alimentaria
En la década de los noventa aumenta la dependencia alimentaría,, pues los países del Magreb importan 2.000 millones de dólares en bienes alimenticios por año, y la deuda también. La de Argelia, por ejemplo, era en 1990 de 24,4 millones de dólares, un 45% de su Producto Interior Bruto (Faycal Yadin. Ibid.). De inmediato cae la tasa del crecimiento del 6 o 7% al 3% para el conjunto del Magreb. Se acude a una política de ajustes recomendada por el Fondo Monetario Internacional que, si bien frena el proceso negativo como en el caso del déficit presupuestario, tiene efectos sociales perniciosos como el hundimiento de las pequeñas empresas, la bajada de los salarios y la contracción del mercado interno. Así, el famoso dilema de los países en vías de desarrollo que se endeudan para equiparse y luego reembolsan la deuda a costa de su crecimiento o no lo hacen y se exponen al aislamiento, impide que la política económica seguida surta efectos positivos. En todo caso, sea cual sea ésta, necesita para su desarrollo de la paz social. No es este último el caso en el Magreb de hoy. Así es como la crisis económica y social se traslada al terreno ideológico.
La falta de consenso entre las dos culturas, la tradicional y la moderna, se exacerba ahora y se constituyen ambas en polos antagónicos. Por una parte las mezquitas, o parte de ellas, y los movimientos islamistas pregonan el retorno al islam puro y duro. Los oradores increpan al infiel (léase extranjerizante), al modernista. Son los que se han apartado del camino ortodoxo; con su desaparición todo volverá a su cauce.
Por otra parte, el Estado se opone radicalmente a la manifestación de esta corriente y la reprime con dureza. Se acentúa, así, su autoritarismo. En Argelia, el Frente Islámico de Salvación -que ha trabajado prácticamente en solitario polarizando el descontento subterránearnente- sale a la superficie y se alza con una victoria importante en las elecciones municipales de junio de 1990.
Temerlo todo
"Es cuando hay que temerlo todo, cuando no hay que temer nada. Es cuando se halla uno rodeado de todos los peligros, cuando no hay que recelar de ninguno. Es cuando no hay recurso alguno, cuando hay que contar con todos" (Sun Tse, El arte de la guerra). Esta frase la tienen que meditar los responsables del Magreb para mantener sus expectativas.
En realidad, en el Magreb los recursos naturales son muchos, trátese de mineros o agrícolas. Pero, sobre todo, cuenta con una élite activa y brillante que puede constituirse en clase líder. Los espectaculares progresos realizados en muchos aspectos hacen que la esperanza de salir de la crisis, de acudir a la modernidad, al pluralismo y a la democracia, sin perder sus raíces, siga vigente para estos pueblos tan valientes como deseosos de paz. Europa, España sobre todo, tiene que familiarizarse con su problemática y también con sus promesas y volcarse en su apoyo.
es doctora en Sociología Política y profesora en la universidad Complutense.
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