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UNA DERROTA QUE DEJA HUELLA

¿Un campeón en venta?

Luis Gómez

L. G. La derrota en Atenas no abre ningún debate sobre el futuro de la sección de baloncesto del Real Madrid. El debate se abrió hace no mucho tiempo cuando el club encargó un estudio sobre su transformación en sociedad anónima. Porque es precisamente el baloncesto el que plantea la principal dificultad. En caso de conversión, la ley obliga a separar una sección de otra, a crear dos sociedades con sus propios accionistas. Y es ahí donde surge el problema: ¿Quién terminará siendo el propietario del Real Madrid Baloncesto S.A.? La respuesta ha originado división de opiniones en la junta directiva, entre quienes opinan que ha llegado el momento de romper todo vínculo y los que optan porque se mantenga el nexo de unión.

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Pero la teoría sobre la separación de ambas secciones se complica debido a la existencia del contrato que el club firmó en su día con la empresa Dorna. Ese acuerdo contiene obligaciones que afectan tanto al fútbol como al baloncesto, obligaciones que son muy difíciles de disociar en varios capítulos. Por ejemplo, ¿quién debería ser el futuro propietario del pabellón que se construirá en la Ciudad Deportiva?; ¿será edificado sobre unos terrenos que se supone pasarían a ser propiedad del fútbol o de una fundación creada al efecto?; ¿tendría qué alquilárselo el fútbol al baloncesto? Y, respecto a los derechos de comercialización de las camisetas, ¿cómo se repartirían entre el fútbol y el baloncesto? La única forma de separarlos sin incumplir con Dorna es tan sencilla como radical: vender la sección a Dorna. Esta posibilidad cuenta con varios adeptos en la junta directiva.

Acuerdo con Dorna

Los defensores de la no separación plantean otra solución: que el Real Madrid de fútbol sea el accionista mayoritario del Real Madrid de baloncesto, dado que no es posible una separación pura y dura. Ello permitiría mantener el vínculo, respetar el acuerdo con Dorna, contabilidades separadas, y poder diseñar un plan de viabilidad para el baloncesto. Los defensores de esta propuesta estaban convencidos de que la conquista de la Liga Europea les situaría en una posición de fuerza. Ahora, no están seguros.

El Madrid de Sabonis, en definitiva, no ha conseguido alejar los negros nubarrones que, desde hace algunos años, planean sobre su futuro. Ahora dispone de un equipo sólido y de una cantera más que interesante. Deportivamente, el futuro le sonríe. Formalmente, su continuidad está en entredicho. El tiempo de debate no parece largo si Ramón Mendoza inicia el camino de la conversión a un año vista. Para entonces el baloncesto puede haber recuperado su etiqueta de campeón. Pero la etiqueta tendrá precio.

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