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¡Qué cruz!

Más fe que medios en las nueve procesiones que desfilan a partir de hoy por Madrid

"¡Al cielo con Ella!". El grito del capataz levanta a la Virgen sobre los 42 costaleros que ensayan en la iglesia catedral. Esto es Madrid, aunque no lo parezca. El tráfico y las vacaciones masivas han dañado la tradición de una Semana Santa que tuvo el título de real y ahora es más quiero que puedo. Desde hoy hasta el sábado, cientos de cofrades salen en nueve procesiones, aunque el paso pueda conducirse con el volante de un seiscientos.

María del Rocío amarra los jarrones con alambres al pie de María Santísima de los Siete Dolores. Lo suyo es trabajo devoto y voluntario. "No tengo estampitas", responde con paciencia nazarena a los fieles.No da estampitas, pero sí admite limosnas en esta capilla de la iglesia de la Santa Cruz: son más que necesarias. "Claro que hay pobreza en la Semana Santa madrileña, pero empieza por las autoridades. Hay muy poco interés porque esto salga adelante", se queja esta mujer.

No es la única en lamentarse. El mismo quejido se escucha en otras cofradías. "No tenemos ninguna subvención y aún andamos con el presupuesto de 1.800.000 pesetas sin cerrar", decía, el martes, el coordinador de la hermandad Cruzados de la Fe, organizadora de la procesión del silencio. En medios nazarenos aseguran que el Ayuntamiento ha retirado las pequeñas ayudas económicas que otorgaba. Por mor de las vacaciones, este periódico no ha conseguido una explicación municipal al recorte.

"Madrid no es Sevilla, pero si el Ayuntamiento invirtiera en esto, se le acercaría", sentencia Fernando Rodríguez de Ribera, que se viste de nazareno desde 1940 y ha visto desaparecer algunos actos. A su juicio, el tráfico y las vacaciones masivas son los responsables de la crisis. "Ahora hay más espectáculo que devoción", sentencia. El responsable diocesano, Francisco de Andrés, lucha por recuperar las tradiciones de estos festejos "de estilo ecléctico".

María del Rocío, sola con sus jarrones, presume de hermandad: "Es la más antigua. La fundó Felipe El Hermoso en Flandes, en 1.482". A poca distancia los cofrades entran en la iglesia de San Pedro El Viejo. Allí les espera Jesús Nazareno, conocido como Jesús el Pobre aunque tiene cuenta corriente.

Fe con obras

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Mariló Delgado, de 19 años, mira la imagen. "¿A que ha quedado bien la faja que le he hecho?". "Lo peor es que va a volver muy despeinado de la procesión", comenta con los ojos puestos en la larga melena de Cristo. "El nuestro es talla entera. No como el de Medinaceli, que es un bastidor", tercia dicharachero el vicepresidente de la hermandad, Francisco Javier Ruiz.Y es que entre las hermandades -que se convierten en cofradías durante las procesiones y tienen actividad todo el año- reina una sana rivalidad medio futbolera. "Antes, nosotros éramos el Rayo Vallecano, ahora ya somos el Real Madrid", presume Ruiz "pero sin Mateos". A pesar del símil, los del Pobre no dudaron en emplear, repintadas de purpurina, bocinas de las que se venden en el estadio del Atlético. Este año estrenan una de plata. Para algo se pasan el año buscando fondos para su Cristo.

Fe, devoción y mucha voluntad. Con eso salen los pasos a la calle. Sobre ruedas -como Jesús de Medinaceli-, a hombros o a costal, como Jesús del Gran Poder. En San Pedro el Viejo enseñan la vieja carroza de ruedas, que se gobernaba con el volante de un seat seiscientos. Ya no se usa: Desde el año pasado, El Pobre sale a hombros de 36 varones. "Acabas muerto, pero féliz", asegura uno de los porteadores, Sergio Fariña, estudiante de Derecho. "A mi me gusta más esto que irme de litros [a beber]. Engancha mucho", tercia Carlos Blanco, estudiante de Historia. "Pesar, pesa, pero la ilusión hace la carga muy ligera", añade Paco Benito, funcionario.

Los Trancones también están. Justo Trancón y María Trancón tienen dos hijos y mucha devoción por Jesús el Pobre. Padre y hijos son costaleros; la madre, nazarena con cruz. "Lo hacemos por gusto", dicen los hijos veinteañeros. "Cuando salgo, la cruz pesa 10 kilos. Cuando vuelvo, pesa 30. Aunque tengo artrosis, no me duele", explica la madre. "No le pido dinero, sino salud y que mis chicos no caigan en la droga. Para nosotros, no hay otro".

Para Esperanza Cabadas, sí hay otro, Jesús del Gran Poder. Ensarta, una a una, las flores del paso. A su lado, Juan Alonso, pintor de brocha, se ciñe el costal: "Esto no se hace sin devoción".

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