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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Adiós con clamor

La Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por Kurt Masur, se despidió de Madrid el Domingo de Ramos en medio de un ambiente absolutamente clamoroso. Bien lo merece esta centuria admirable, modelo de perfección artística y de categoría profesional. Un ejemplo: el violín concertino, Glenn Dicterow, y la viola principal, Cynthia Phelps, protagonizaron la Sinfonía concertante en mi bemol, de Mozart, con maestría fuera de serie. Tras los aplausos recibidos, reaparecieron en sus pupitres para tocar, con sus colegas, el resto del programa.Escrita en Salzburgo durante el verano de 1779, esta casi misteriosa sinfonía constituye una pieza maestra. Tras el amplio allegro, de estilo a la Mannheim, el intenso andante posee una emoción que lo separa de la influencia francesa, tantas veces señalada por el mero cultivo de la forma sinfonía concertante en el París del último cuarto del siglo XVIII. El presto conclusivo, aun siendo virtuosista, nada tiene de decorativo y mucho de sustancial, como sucede con las partes solistas, tan comprometidas en lo técnico como en lo conceptual. El grupo de arcos, con dos oboes y dos trompas, se produjo cuan si de un experto conjunto de cámara se tratase.

Ciclo Grandes Orquestas

Filarmónica de Nueva York. Director: K. Masur. Solistas: G. Dicterow (violín) y C. Phelps (viola). Obras de Mozart, Strauss y Brahms. Auditorio Nacional. Madrid, 4 de abril.

Después, el siempre sorprendente Till eulenspiegel, tan admirado por Claudio Debussy por el pensamiento de Strauss, "en imágenes coloreadas", y por el original "desarrollo de colores rítmicos". Lo gestual y lo narrativo alcanzan unos niveles totalmente apreciables en una versión tan rutilante, contrastada y arquitecturada de modo magistral, como la que nos sirvieron Masur y los filarmónicos.

En la segunda parte, la orquesta volvió a programar la Sinfonía en re, número 2, de Brahms, para repetir la fiesta de perfecciones ya admirada el sábado, pero con una dosis superior de calor afectivo por parte del director Masur. Se cerró la jornada con tres propinas: la Danza húngara en sol menor, una de las tres que orquestó el mismo Brahms, basada en las Czardas Sagradas de Särkozy, el vals de la Serenata para cuerda, de Tchalkowsky, y la obertura de Candide, un musical sobre Voltalre, de Leonard Bernstein.

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