_
_
_
_

El Sóviet Supremo ruso convoca para mañana al Congreso para debatir la destitución de Yeltsin

Pilar Bonet

El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, consiguió ayer burlar la ilegalidad constitucional, al hacer desaparecer como por arte de magia el "régimen especial de dirección" que había anunciado el sábado para incrementar su control sobre la situación política en el país. El malabarismo presidencial no consiguió, sin embargo, satisfacer al Sóviet Supremo de Rusia, que convocó para mañana viernes un Congreso extraordinario donde se planteará el cese de Borís Yeltsin. Esta convocatoriaquedó ratifícada tras quedar en suspenso unas horas, mientras los principales actores del drama el jefe del Parlamento, Ruslán Jasbulátov, el presidente del Tribunal Constitucional, Valeri Zorkin, y Yeltsin-, se reunían en el Kremlin.

Cuando Jasbulátov, con el gesto contrariado, volvió a la Casa Blanca, la sede del Parlamento, todo quedó claro: la máquina del enfrentamiento seguía su curso y el Sóviet Supremo se ratificó en su decisión. Poco tiempo después, el presidente mandó un mensaje al Parlamento en el que subrayaba la necesidad de que todos los órganos de poder fueran confirmados por el pueblo.Contra viento y marea, el presidente sigue empeñado en someterse a un plebiscito el 25 de abril, tal como reveló ayer, al difundir, por fin, el texto del decreto anunciado en su intervención televisiva del sábado. De este modo, Yeltsin espera obtener de nuevo la legitimación popular por encima de las caóticas y bizantinas discusiones basadas en la Constitución, un texto de origen soviético y lleno de remiendos, que no sirve a los proyectos de reforma presidenciales.

Entre las duras palabras que Yeltsin pronunció el día 21 de marzo y el texto del decreto hay grandes diferencias, pero lo esencial -el plebiscito- se mantiene en el documento oficial, que lleva la fecha del 24 de marzo. Esto demuestra que Yeltsin esperó a ver cómo reaccionaba el Tribunal Constitucional antes de publicar el decreto que dijo haber firmado el 21.

La enigmática fórmula de régimen especial de dirección", inexistente en la legislación rusa, dejó paso a una expresión tan neutra como "decreto sobre las actividades de los órganos ejecutivos hasta que se supere la crisis de poder".

Si se compara el decreto con los borradores que se filtraron antes, Yeltsin echó a la papelera aproximadamente la mitad de lo que quería decir. Al cesto de los papeles fueron a parar las dudas sobre la legitimidad de los órganos federales del poder, las acusaciones de inconstitucionalidad contra el Congreso de los Diputados y el intento de arrastrar al vicepresidente, Alexandr Rutskói, a un plebiscito no deseado por éste. Yeltsin ha renunciado también a formular una sola pregunta para tres temas distintos: la confianza en el presidente, la nueva Constitución y una nueva ley de elecciones.

Reunión sin éxito

La reunión que ayer mantuvieron los máximos dirigentes del Estado difícilmente podía haber acabado en compromiso, teniendo en cuenta el ultimátum de ocho puntos presentado por Jasbulátov al presidente. El jefe del Parlamento quería, entre otras cosas, un Gobierno de coalición, la supresión del cargo de jefes de administración (gobernadores provinciales que dependen del presidente) y la clausura del Centro de Información Federal. En palabras de Jasbulátov, esta institución, que dirige Mijaíl Poltaranin, un fiel aliado de Yeltsin, "fomenta la guerra civil".

La posibilidad de que el Congreso cese al presidente es dudosa. Para hacerlo, necesita dos tercios de los votos, y la oposición está dividida. Los centristas apuestan más bien por una modificación constitucional que permitiera al presidente y al Parlamento disolverse mutuamente y convocar nuevas elecciones. Para muchos de ellos, el cese es un recurso alternativo. Pero la oposición irreconciliable (nacionalistas y procomunistas) apuesta por esta carta.

Los protagonistas de la crisis política en Rusia están desencadenando fuerzas imprevisibles. La última de ellas es la de los cosacos, miles de personas que se consideran herederos de la legendaria institución rusa. Los cosacos han sido integrados en el Ejército y han recibido poder de autogestión, gracias a un reciente decreto de Borís Yeltsin.

Los cosacos de Rostov sobre el Don organizaron un gobierno provisional en la zona del sur de Rusia el martes por la noche. Ramazán Abdulatípov, presidente del Soviet de las Nacionalidades, se mostró ayer inquieto y señaló que el decreto de Yeltsin sobre los cosacos puede "resucitar la guerra" con la población autóctona del Cáucaso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_