En defensa de la atención primaria
He leído el artículo de fondo de EL PAÍS (24 de febrero de 1993) sobre Almá Atá de Enrique Costas Lombardía, economista, que precisamente al dar una visión exclusivamente economicista del sistema sanitario olvida esencialmente lo que es la salud.Su artículo, además de demagógico, me parece superficial para todos aquellos profesionales sanitarios que durante los últimos 10 años hemos creído en la necesidad en nuestro país de una reforma sanitaria que, con todos los problemas, fallos y equivocaciones que se quiera, se ha puesto en marcha.
Los principios de Almá Atá son amplios, pero, por eso mismo, son válidos también para nosotros. Por supuesto que había que llevar la atención de salud lo más cerca posible al lugar donde residen y trabajan las personas. Por supuesto que la atención primaria debe ser integral, de forma que abarque la promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación, porque, seamos sinceros, en la atención primaria que hasta entonces teníamos no confiaba nadie, ni pacientes ni los propios profesionales sanitarios, y lo que estoy afirmando es vox pópuli.
Que esa atención primaria que preconiza Almá Atá es válida actualmente es obvio por dos razones básicas:
1. Porque el nivel de satisfacción de la población que es atendida en los centros de salud es mucho mayor que el de la atendida en ambulatorios y consultorios. Los centros de salud que imparten una atención de calidad, sin lugar a dudas, son pocos e insuficientes, ya que "nos hemos quedado sin dinero". Quizá hubiera sido más barato transformar los antiguos ambulatorios en centros de salud. Hemos de reconocer que ha habido errores.
2. Porque una atención primaria de calidad descongestionaría los hoy sobrecargados hospitales, canalizando hacia ellos sólo a aquellos enfermos que de verdad requieran atención especializada; de esta forma se conseguiría rebajar el gasto de los hospitales, que son verdaderamente los que salen caros al sistema sanitario.
Creo que el señor Costas no se atreve a coger el toro por los cuernos y ha llegado tarde y mal a un sistema sanitario lleno de problemas. Pero está poniendo parches donde no hay heridas y deja éstas al descubierto.
Sin embargo, se atreve a tachar de "progresismo disfrazado de modernismo" a toda una generación de profesionales a los que en todo caso habría que llamar progresistas y que da la casualidad de que cree y conoce su trabajo, que es, esencialmente, proporcionar salud a la población.-
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