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Que se vayan los políticos

Bernard es un individuo solo. Rodeado de gentes que le quieren, lee mucho, escucha música, medita, piensa mucho, analiza, y necesita una soledad.Bernard vive de las rentas, siempre tiene un proyecto en su testa; tuvo negocios brillantes de restauración; y por eso conoció a Santiago Carrillo en París, cuando el líder comunista español se reunía en un reservado con emisarios del entonces príncipe Juan Carlos; por eso, también, conoce a Jorge Semprún y al tout Paris de muchas especies.

Bemard lo sabe casi todo. Pero habla poco.

Anoche nos vimos para cenar en L'Ambassade D'Auvergne. De esta Francia profunda, L'Auvergne, fue Pompidou, y el Cantal es un queso muy nombrado y el nombre también de un departamento de la región.

Bernard nació en París, pero su familia era auvergnant. Bernard vive en un piso contiguo al que fue de Ives Montand hasta que al actor le reventó el corazón cuando rodaba una película. Nos citamos en la puerta de su casa y, en taxi, a cenar andouillette (chorizo de callos); esto yo; él, una carne más digerible; y un vino tinto regional, ligerito, fresco.

Bernard hizo las barricadas de Mayo del Sesenta y Ocho, "pero al principio sólo, hasta el Odeón; aquí me di cuenta de que todo era verborrea; al comienzo en la Sorbona.... bueno". Desde entonces fue hombre de negocios, sin abandonar los libros nunca. Ahora necesita estar solo. Es un hombre cultísimo. Da gusto escuchar sus análisis sobre Francia, el mundo, la vida...

Nuestra cena como una suerte de lamento suyo; no hubo diálogo, hasta el final, al menos. Como él sabía que yo quería saber, me habló y me habló.

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"Lo más raro puede parecer la indolencia de la gente; es total. La desconsideración de los ciudadanos por la gente del poder es tal que ya todo lo que hagan les da lo mismo. Ha habido un escándalo de escuchas telefónicas aberrantes, y ni la gente ni la prensa se inmutan apenas. Pero no es una gangrena del sistema; y se va a ver cómo en estas legislativas van a ser batidos los jefes. No hay campaña de ideas, ni de temas. Lo único que se desea es que se vayan.

Son como un aparato eléctrico desenchufado. No tienen contacto con la realidad; todo en sus manos es abstracción. No gestionan los hechos, sólo hablan de situaciones".

¿Y el presidente François Mitterrand en este panorama? "Mitterrand ya no ve el mundo exterior; lo ve a través de sus cortesanos. La llamada organización Mitterrand practica el desprecio del adversario; no es posible discrepar en nada. Y repito, lo peor es la indiferencia del país: semanas atrás celebró una conferencia de prensa televisiva calificada por él de importante para el país. ¿Y quién lo entrevistó? Dos periodistas, esposas de dos de sus ministros, y un tercero más".

Falta de reacción

Ya terminó la cena y paseamos en dirección de Saint Germain de Près. Primero en silencio, luego con François Mitterrand en la lengua: la gente ya no reacciona ante nada; la semana pasada dimitió el ministro de Defensa, Pierre Joxe, y acto seguido, claro, lo nombró presidente del Tribunal de Cuentas; esto no tiene antecedentes.

Ya hemos llegado al Café de Flore; gente muy fina escribe notas, o cena huevos duros y espaguetis, o mira; es el mismo Café de Flore de la época de Sartre y de su corte existencialista.

Bernard recuerda, aquí, un aviso que había en los aseos de los cafés viejos, que advertía: "Se ruega que deje este lugar como lo encontró". Pues bien, Mitterrand dejará el Partido Socialista como lo encontró en 1969, cuando consiguió el 6% de los votos en la elección presidencial que ganó Pompidou. "Entonces lo rellenó con todos los restos más o menos de izquierdas, lo ha usado para su brillante carrera, y al final, nada".

"Hay algo, para mí, muy chocante. Estas semanas últimas se ha aireado como un escándalo importante de corrupción el que el primer ministro Pierre Bérégovoy comprase un pisito humilde con 20 millones de pesetas que le prestaron sin intereses; la utilización que ha hecho la prensa es asquerosa; parece como si hubiera víctimas designadas. Nadie habla de los pisos y residencias secundarias compradas por los cortesanos de Mitterrand. Acabarán todos mal".

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