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LOS PROBLEMAS DE LA VIVIENDA

Los 'okupas' de Móstoles ganaron la partida a los subasteros de Madrid

Francisco Peregil

Ningún profesional de los que monopolizan las subastas se les cruzó en el camino. Los okupas de Móstoles (200.000 habitantes) compraron sin problema las casas en las que entraron hace seis años. Unos no se arriesgaron y, antes de que entraran en liza las casas, se las compraron a la inmobiliaria por siete millones. Pero ocho, de ellos aguantaron. Se presentaron ayer en los juzgados, con altavoces, padres, sombreros, y un muñeco en forma de subastero, que quemaron a la salida. "En vez de enterrar la sardina, hemos enterrado a los subasteros", coreaban orgullosos. Pagaron sólo 4.501.000 pesetas por cada piso.

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Antes de que se iniciara la subasta sacaron las pancartas ("Colombia=Medellín, Nápoles=Cosa Nostra, Subastero =Mafia"), los cánticos, los disfraces y las consignas. Hacía frío en la puerta de los juzgados, pero en juego había más de 30 millones.Unos no podían disimular los nervios, algunos confesaban una ligera diarrea y otros combatían los pocos grados sobre cero a base de "Al bote, al bote, subastero el que no bote".

Consignaron 1.650.000 pesetas en el banco, y a esperar. La subasta se abriría con 3.280.000 pesetas a las doce del mediodía. En la puerta del Juzgado de Instrucción número 1 (calle del Capitán Haya) había dos guardia civiles, 30 personas entre okupas y amigos y una docena de periodistas.

También esperaba un grupo de presuntos subasteros, de los que llegan a confabularse frente a los competidores ajenos al oficio. Cartera en mano y corbata bajo el jersei, se empeñaron en entrar, pero los okupas les advirtieron:

-Cuidado con lo que hacéis.

-No consiento que me amenacen -contestó uno de ellos-. Voy a pasar a ver lo que pasa y nadie me lo va a impedir. Estoy dispuesto a conocer uno a uno fuera de aquí a quien se atreva.

Cuatro o cinco okupas le sugirieron que no hiciera "el gilipollas", porque podían separarle la cabeza del cuerpo. Ni él ni sus colegas se atrevieron a entrar. Días antes, los okupas se enteraron de que los pisos que habitaban salían a la venta y fueron con grabadora oculta a ver al agente que lo vendía. En la conversación grabada, el agente -ignorando que los okupas habitaban esos pisos- les ofrecía esas viviendas a siete millones. Cuando los okupas le pintaron frases como subastero mafioso en la fachada de la agencia, decidió no acudir a la puja. "No queremos problemas".

"Mamá, no llores"

Tuvieron que dejar abierta la. puerta cuando se inició la sesión. Un funcionario repetía las palabras de la juez en el umbral para que pudieran escucharle los posibles licitadores que no cabían. Cuando llegó el turno del piso de Ainoa García Millán, ella se volvió y vio a la madre, que había estado conteniéndose las lágrimas hasta ese momento.-Mamá, no llores, que lloro yo también.

La juez dijo que comenzaba la subasta en 3.280.000. El abogado de los okupas ofreció tres millones y medio. El de Cajamadrid, 3.600.000. Así hasta que el de Cajamadrid ofreció 4.500.000. El de los okupas dijo entonces: "4.501.000".

-¿Alguien ofrece más?

Durante los segundos que siguieron a esa pregunta de la juez, se escuchaban los pucheros de la madre de Ainoa. "Es como en las películas", comentó Stella, la hija rubia de una okupa. Nadie pujó; ni por el piso de Ainoa ni por ningún otro que no fuera el de los ocho okupas presentes.

Cajamadrid había convenido con el abogado de ellos en que pujaría sólo por las costas, la deuda y el interés generado por ésta en seis años: 4,5 millones. Hubo tensión momentos antes de entrar porque el abogado de la entidad bancaria no era el mismo que negoció días antes con el de los okupas. Quería subir la puja hasta los cinco millones de pesetas. Finalmente se conformó con medio millón menos.

En una esquina, la enfermera María Teresa, vecina de los okupas, ofrecía sus dudas al respecto: "Está muy bien que ellos se lleven estas casas, pero puede haber agravio comparativo con otras personas. Yo, por ejemplo, tengo cuatro hijos, me quedé en paro y por circunstancias de la vida me iban a subastar la casa. Me faltaron cinco días y lo evité por un milagro, pero viví una angustia horrorosa. En esa situación de esfuerzo económico está viviendo mucha gente. En estos tiempos que corren, un día te dan trabajo y otro día te lo quitan, y cuando vean que ellos consiguen casas, la gente intentará hacer cosas que no son correctas, como meterse sin permiso en la vivienda". Otro testigo del juicio le respondió con un lema harto conocido entre los sin casa: "Cuando vivir es un lujo, la okupación es un derecho".

Victoriano Ulloa, uno de los ocupantes, reconoció que el movimiento ocupacional ha degenerado en en actos casi vandálicos. "Ahora vendrá la gente a pedirnos consejo y lo único que podremos decirles es que entren de forma pacífica en los pisos vacíos y que se aseguren de que pertenecen a inmobiliarias, no a cualquier particular", comentaba otro de los agraciados.

Nada de envidias

Ante la posibilidad de que los vecinos del resto del bloque, situado en Veracruz, 44, se mostraran agraviados porque a ellos les haya costado la vivienda dos millones y medio más cara, Miguel, mecánico de profesión, explicaba: "No habrá envidias. Un vecino que ha pagado siete millones hace pocos días ha venido aquí a felicitamos y a decirnos que ahora tenemos que reunimos para adecentar el edificio".Entre las profesiones de los okupas hay de todo: secretarias, mecánicos, tenderos de todo a cien pesetas, ingenieros... Recibieron el -apoyo de asociaciones, sindicatos y grupos políticos como IU. "Pero, sobre todo, lo hemos logrado gracias a la prensa", declaró su abogado.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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