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Clinton quiere el papel de Robin Hood

El presidente de EE UU trata de recomponer una justa distribución de la riqueza

Antonio Caño

Apenas cruzado el ecuador de la pasada campaña electoral, sobre un escenario rudimentariamente construido con cuatro tablas en un desolado paraje del Estado de Georgia, Bill Clinton dijo a. un grupo de menos de dos centenares de personas que él quería hacer más o menos como Robin Hood, quitarle el dinero a los ricos para dárselo a los pobres. Nadie tomó en cuenta esa declaración perdida en la inmensidad de los millones de palabras fáciles pronunciadas aquellos días. Los corresponsales nos encargábamos de destacar tan sólo que Clinton era el prototipo del nuevo demócrata, progresista en lo social y conservador en lo económico. Pero, ¿lo es de verdad?

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Después de conocer el programa de transformación -no sólo económica, sino también política y social- que esta semana ha presentado al Parlamento y a la nación, quedan, por lo menos, dudas de que se pueda encasillar al nuevo presidente de Estados Unidos en ese modelo al que correspondería, de acuerdo a las previsiones, maquillar ciertas apariencias para no cambiar nada de fondo.En la época de la crisis de las ideologías, Bill Clinton viene a resucitar conceptos como el patriotismo -entendido por su Administración como una manera de solidaridad nacional- y el de responsabilidad colectiva. En la época en la que se escucha en cada esquina del mundo que no hay más que una política económica viable, la del monetarismo puro, Clinton viene a decir que hay que correr riesgos inflacionarios para mejorar la estructura productiva de un país y garantizar la mejora del nivel de vida de los ciudadanos. "El principal drama para mí, como servidor público, es observar a la gente que busca un empleo y no puede encontrarlo", contestó el viernes el presidente a una joven que le preguntó: "¿Tendré un puesto de trabajo cuando acabe mis estudios?".Lo primero es crear empleo. Ningún programa económico puede funcionar sin ese requisito", han coincidido en decir los dos polos ideológicos del equipo económico de esta Administración, el secretario de Trabajo, Robert Reich, a la izquierda, y el secretario del Tesoro, Lloyd Bentsen, a la derecha.

El historiador Arthur Schlesinger cree que la vida política norteamericana se mueve por ciclos de, aproximadamente, 30 años, en los que se suceden periodos republicanos dedicados a la acumulación de riqueza y periodos demócratas concentrados en recomponer la justa distribución de esa riqueza.

De acuerdo a esa teoría, la misión de Clinton en estos momentos es romper con las leyes del reaganismo que hicieron que el 70% de la riqueza acumulada en los últimos años se concentrara en las manos del 10% de la población. El presidente se ha encontrado con una situación económica, socavada por la deuda y el déficit público, que no se presta a alegrías presupuestarias. Pero, pese a eso, esta Administración parece decidida a acometer el trabajo de transformación social al mismo tiempo que emprende la reducción del déficit.

Bill Clinton ha decidido eliminar, por ejemplo, el presupuesto para la investigación de la energía nuclear, y, a cambio, dedicará 8.000 millones de dólares en cuatro años al cuidado del medio ambiente y otros 3.000 millones a la investigación de energías anternativas.

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Esta Administración no ha tenido escrúpulos en recortar considerablemente el presupuesto de uno de los intocables pozos sin fondo de los últimos años, la NASA, y, a cambio, va a dedicar 394 millones de dólares a una fundación especialmente dedicada a la investigación sobre el sida y otros 3.400 millones de dólares para mejorar los cuidados a los afectados por esa enfermedad.

El programa de Clinton reduce o elimina las deducciones impositivas a las comidas de trabajo, a los clubes sociales, a los ricos que coticen más de un millón de dólares al año, a los lobbies, y, a cambio, se dedican 3.000 millones de dólares para créditos a la compra de casas de rentas bajas, 1.500 millones de dólares de estímulo a la creación de negocios en las zonas rurales u 8.400 millones de dólares para mejorar el transporte colectivo, la. construcción de un tren de alta velocidad y la mejora de los aeropuertos.

El ex senador Paul Tsongas, antiguo aspirante a la Casa Blanca y una de las voces más respetadas del país, ha comentado respecto al programa del que fije su contrincante: "Por fin tenemos un presidente que habla acerca del déficit, de la competitividad, el crecimiento a largo plazo y la responsabilidad generacional. Estamos ante una nueva era".

Controvertidos impuestos

En el lado de la oposición, el ex secretario de Vivienda. y probablemente el dirigente republicano con mayor impacto en estos momentos, Jack Kenip, ha opinado: "El mito de que el pueblo norteamericano no paga suficientes impuestos se ha consertido en el principio definitorio del programa de Clinton. La verdad es que los norteamericanos no pagan pocos impuestos, sino demasiados".El apartado de los impuestos es, sin duda, el más controvertido de todos los del programa presentado por el presidente el pasado miércoles, el que le ha obligado a recorrer el país estos días para tratar de explicar que la subida de los impuestos sobre la renta únicamente afecta al 1,2% de la sociedad norteamericana.

Después de que las nuevas leyes fiscales sean aprobadas por el Congreso, el impuesto sobre la renta más alto quedará establecido en 39,8%, lo que supone, aproximadamente, un 15% menos que en España y un 10% menos que en la mayoría de los países europeos y Japón.

La clase media se verá, en realidad, mucho más afectada por los impuestos indirectos, tanto aquellos que se aplican a les beneficiarios de la Seguridad Social como los que se imponen a los productos energéticos.

Los impuestos sobre la energía se han aplicado de una manera general a todos los productos, de acuerdo a su proporción de BTU, una medida que se utiliza para determinar la concentración energética de las distintas fuentes. Esto supone un incremento del precio de la calefación, del aire acondicionado, etcétera, y para el Gobierno supone el ingreso en cinco años de la estimable cifra de 71.443 millones de dólares.

En cuanto a la gasolina, cuando se habla de aumento de impuestos se habla de incrementar a partir de 1995 en 2,50 pesetas el precio de ese producto, que actualmente, en su versión más cara, es de 30 pesetas.

Cálculo de tasas

Según un cálculo hecho por el diario The New York Times, juntando los aumentos de todo tipo de tasas, un matrimonio de Los Ángeles con dos hijos y unos ingresos de 400.000 dólares al año pagará 12.373 dólares más, un ejecutivo soltero de Nueva York con un salario de 160.000 dólares tendrá que pagar 928 dólares más, un matrimonio de jubilados de Chicago que reciba de la Seguridad Social 60.000 dólares al año pagará 1.200 dólares más y una madre soltera de Las Vegas con unos ingresos de 25.000 dólares anuales pagará 733 dólares menos que antes de la actual reforma.El diario USA Today, por su parte, ha estimado que una familia típica de clase media, un matrimonio de dos hijos con unos ingresos de 65.000 dólares anuales, no sufrirá ningún aumento de los impuestos sobre la renta, aunque tendrá que pagar unos 14 dólares más al menos por los impuestos indirectos.

El presidente Clinton ha señalado reiteradamente en sus baños de multitudes de los últimos días que su programa sólo tiene un enemigo: los grupos que defienden intereses particulares -o "intereses especiales", como se dice en el lenguaje oficial-.También ha apelado insistentemente al sentido de patriotismo de los norteamericanos.

Este argumento, que encuentra el respaldo popular cuando apunta a los lobbies y a las grandes corporaciones que mueven la política en Washington, ha provocado las quejas de los que, como el comentarista A. M. Rosenthal, afirman: "Como muchos norteamericanos que, después de dedicar su vida entera al trabajo, ganan más de 100.000 dólares -la barrera económica en la que se ha establecido la marca de Caín-, creo que Estados Unidos puede afrontar más impuestos. Pero no creo que eso me convierta en un patriota, como tampoco creo que se me tengan que arrancar las medallas si no estoy de acuerdo con la justificación que se da para esos impuestos o para los nuevos gastos del Gobierno".

En realidad, el debate no ha hecho más que empezar. Como afirma el profesor de Georgetown Ron Seyb, estamos hablando del "programa más radical que ha sido presentado al Congreso en al menos 12 años".

Los enemigos de ese programa apenas han desenfundado sus armas. Quedan todavía por vivirse en la colina del Capitolio largas jornadas en las que esos "intereses especiales" de un representante de Oklahoma que se niega a retirar las subvenciones para el pienso de caballos, por poner un ejemplo, respondan con su voto negativo a la ambiciosa transformación que trae este huracán de Arkansas, que, por cierto, ha recolectado dinero privado para construir una pista de jogging en el jardín de la Casa Blanca para no pertubar, como hace ahora cada mañana, el tráfico del centro.

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