_
_
_
_
_

Del fertilizante al tranquilizante

Los trabajadores de Enfersa en Puertollano se encierran con el director

Al caer la noche, el polígono industrial de Puertollano (Ciudad Real) se embellece. La oscuridad convierte en diamantes los puntos de luz que trazan el perfil del complejo petroquímico de Repsol. Sus vecinas, las toscas torres de Enfersa, lucen más discretas, pero acompañan la vigilia de los 300 familiares y trabajadores de esta fábrica que, en un ambiente de nervios, retienen "amistosamente" desde el jueves al director en protesta por el despido de 41 personas. La segunda jornada de huelga en el sector de fertilizantes, convocada por UGT y CC OO contra los 1.900 despidos anunciados en las factorías de FESA-Enfersa, fue secundada ayer masivamente en varias ciudades.

A las seis horas del jueves pasado comenzó la huelga de tres días que secundan en siete ciudades los 4.000 trabajadores de FESA-Enfersa, propiedad de Torras-KIO, como protesta por el cierre de cinco factorías y el despido de 1.900 empleados. Los trabajadores de Enfersa en, Puertollano (Ciudad Real) le han añadido tres ingredientes más a esta convocatoria. Uno, el encierro día y noche en las instalaciones de la empresa, incluyendo la retención del director de la fábrica y otros directivos durante los tres días. Dos, ir en procesión hasta Toledo, capital de Castilla-La Mancha, para exigir soluciones al Gobierno autónomo. Y tres, una concentración a las 11,30 de hoy frente al Ayuntamiento.El primer día de huelga (el jueves, 18) el director de la fábrica, Pablo Dueñas, madrugó más que los trabajadores y a las 5,30 ya estaba en su despacho, del que no saldría definitivamente hasta hoy. Vestido con ropa sport de color tostado, pelo ondulado algo canoso, Pablo Dueñas, de unos 50 años y ademanes amables, no quiso hacer ninguna declaración a EL PAÍS, aunque sí comentó que se encontraba completamente tranquilo y acompañado de seis directivos cuyos nombres prefirió no facilitar.

A primera hora de la tarde las mujeres de los trabajadores convocaron casi expontáneamente una manifestación desde el centro de Puertollano hasta la factoría. Paralelamente, los huelguistas y sus familiares ocupaban los pasillos y despachos de las oficinas centrales, donde pasarían luego la noche en vela entre termos de café y cabezadas de sueño en el sillón o en la incómoda escalera. Así es que el director, que tenía previsto marcharse a su casa si los manifestantes despejaban el horizonte, se resignó a cumplir con su papel de retenido.

Reunión en Toledo

A las siete de la mañana de ayer, seis autobuses repletos de trabajadores sin afeitar y familiares agotados y con los ojos hinchados por haber pasado una noche sin dormir partían de Puertollano con destino a la Consejería de Industria en Toledo. El encuentro entre el consejero de Economía de Castilla-La Mancha, José Luis Ros, y el presidente del comité de empresa de la fábrica de Puertollano, Isidoro Sánchez, de CC OO, y el delegado sindical de UGT, Guillermo Sánchez, fue reconfortante, según manifestaron éstos a la salida.El consejero se comprometió a convocar una reunión en breve con directivos de FESA-Enfersa a nivel nacional, representantes del Gobierno autónomo y las centrales. "Instamos a la empresa a que negocie con los sindicatos esos 41 despidos a través del plan de jubilaciones", comentó Ros, quien manifestó su "plena disposición" a colaborar con los proyectos de la empresa como, por ejemplo, subvencionar casi el 20% de la construcción de la futura planta de cogeneración.

De los 320 trabajadores de Enfersa se puede decir todo menos que estén tranquilos, sobre todo después de la bomba que cayó el martes en forma de lista de despedidos. Los que la integran son jóvenes, y la mayoría están casados y tienen hijos. Su furia tiene explicación. Sindicatos y empresa habían negociado un plan industrial de empleo que significaba la prejubilación de 46 personas.

Este plan incluía mejores condiciones económicas y menor trauma humano al tratarse de jubilaciones anticipadas, prejubilaciones y bajas incentivadas. Pero, según la empresa, suponía aumentar aún más los pasivos de la empresa y, por tanto, era más caro. Así que, la dirección en Madrid optó por la fórmula de los despidos con la indemnización que marca la ley (20 días por año trabajado).

El día del anuncio de los despidos, la analista de laboratorio, Raquel Galán, 25 años, observó cómo alguien dejó encima de la mesa la lista que acababa de elaborar la empresa. "Lo primero que pasó por mi cabeza es que mi nombre no estuviera incluido". Pero estaba. Inmediatamente temió encontrar el de su novio. Y también estaba. García Rodríguez, Fernando, rezaba la lista. Con el estómago hecho un nudo marinero, comprobó que su padre no aparecía entre los despedidos. "Por lo menos queda algo en casa", se animó a sí misma. Era martes, 16 de febrero, san Elías. Y al gritón de Elías Molina le amargaron el santo. Este operario de 48 años no entiende cómo le han despedido "si la empresa trabaja al cien por cien y en enero se hicieron más de 3.000 horas extras". Las oficinas de Enfersa son un continuo ir y venir.

En una silla se sienta desesperada María Jesús López, esposa de Juan Benito, otro de los despedidos. Esta madre de dos hijos cruza las manos y se balancea nerviosa en un gesto de agobio, sin poder disimular las lágrimas. ¿Para qué? Por lo menos le alivia. Otra se pregunta si Javier de la Rosa, ex responsable de las inversiones de KIO en España, "tiene conciencia". Y pronuncia un deseo: "que sólo pueda dormir con barbitúricos". "No me extraña que tenga que ir rodeado de gorilas, él se lo ha buscado" comenta un grupo de mujeres.

El despido de José Muñoz, de 42 años, ha desbaratado los planes universitarios de su hijo mayor. Otro de los afectados, Julián Zapata, tiene cuatro hipotecas de 14 años, 12, 6 y 7 meses. Además de la de verdad, la del piso. "Nos han dejado pasmados con la lista", reconoce. Alfonso, de 38 años, no se explica el sistema empleado para elegir a los despedidos, "cuando", se queja, "hay gente que reúne las condiciones para prejubilarse". Y si no, que se lo digan a la regordeta Teresa Mata, de 55 años, quien reconoce que está deseando jubilarse. La dichosa lista ha echado por tierra sus planes de retiro tras 32 años en la empresa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_