¡Basta! ¡Basta! ¡Nunca más!.
Desde mi juventud me he sentido comprometido con los sentimientos de no violencia. Desde la noche de la dictadura franquista, en la que, por razones político-económicas, tuve que vivir 20 años fuera de España, he militado siempre en la defensa de los derechos humanos, a favor de una sociedad de libertades, en contra de toda clase de violencia institucionalizada y en contra de la forma que me parecía más peligrosa y cínica, representada por la pena de muerte legal.
Me parecía entonces, en la utopía de mi juventud, que la pena de muerte en la España violenta de los años 1936 a 1975 era más bien una forma camuflada de destrucción del ser humano, con la cobertura de unas leyes cubiertas por la corrupción y la ilegitimidad.
Ahora bien, vistas las circunstancias actuales de violación, tan frecuentes y graves, de los más elementales derechos de los menores, estoy seguro de que muchos españoles están conmigo en este tema, revisando sus posiciones ideológicas en el sentido de que, por mucho que hablemos de cultura, de vida civilizada, etcétera, todo ello no tiene ningún sen
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tido si carecemos de los más elementales resortes de protección para nuestros propios niños.
El horror del asesinato de las tres pobres adolescentes de Alcásser, que se añade a tantos crímenes abyectos ocurridos el pasado año contra niñas y niños, muestra que algo muy grave y profundo está ocurriendo en nuestra sociedad, y en este sentido le propongo:
1. Inicie el periódico EL PAÍS una campana que, modificando la legislación vigente, endurezca los preceptos legales existentes para el caso de rapto, violación y asesinato de menores.
2. Que se dote a los jueces de los instrumentos adecuados para el cumplimiento exacto de las condenas que se apliquen en estos casos, sin revisión ni permisos que faciliten la reincidencia.
3. Que se lance un debate nacional sobre el bien fundado o no de la abolición de la pena (le muerte para esta clase de crímenes, aunque he de reconocer no tener yo un criterio definitivo, afectado como estoy por la tristeza de la actualidad.-
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