Los países pobres de la CE pedirán más dinero sí los ricos se adelantan en la UEM
Los países mejor preparados para la convergencia económica podrían adelantar la Unión Económica y Monetaria y hacerla coincidir con la segunda fase, el 1 de enero de 1994, en la que se creará el Instituto Monetario Europeo. Esta hipótesis, largamente discutida en los últimos meses de tormenta monetaria sobre las divisas más débiles del SME, ha sido ya explícitamente formulada por el comisario de Economía y Finanzas, el danés Henning Christophersen, en unas declaraciones que recogía ayer Wall Street Journal, y que han sido acogidas con mal humor por los países con dificultades para seguir el tren de la convergencia, España incluida. Estos países consideran que la doble velocidad puede poner en peligro la entera construcción europea.Éstas son las terceras declaraciones en dos semanas de miembros de la Comisión en las que se expresan reservas sobre la posibilidad de que países como España puedan soportar la tensión que implica la convergencia, limitando el déficit público, acotando la inflación y, a la vez, rebajando los tipos. Primero fue Christophersen y luego el presidente de la Comisión, Jacques Delors, quienes realizaron declaraciones en tal sentido, aunque ambos matizaron luego sus afirmaciones y proclamaron su fe en los buenos resultados del esfuerzo de convergencia español.
Christophersen aseguró en sus declaraciones de ayer que el paso a la moneda única por parte de un grupo de cabeza podría realizarse mediante acuerdos bilaterales, sin violar el Tratado de Maastricht. Fuentes españolas han asegurado que no es posible realizar la Unión Monetaria a espaldas de una parte de los socios. Según la teoría española, una moneda única que englobara a un grupo de países (Francia, Alemania y Benelux, por ejemplo) dejaría en la cuneta al resto,
El Mercado único abierto el 1 de enero de 1993 quedaría invalidado en buena parte -siempre según esta teoría- en lo que se refiere a la circulación de capitales, propensos a desplazarse dentro de la CE hacia la moneda única y en detrimento de las pequeñas monedas periféricas y solas. Esta situación requeriría el consenso de los Doce y contrapartidas inevitables para los países que quieren cumplir, mediante un aumento de los fondos estructurales y de cohesión destinados a compensar los desequilibrios y los esfuerzos en la contención del déficit, y ayudas a las balanzas de pagos.
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