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El graznido del cisne

Por dos veces han sabido los hombres en su historia milenaria que un siglo termina a la vez que boquea un milenio: doble acabóse. Don José Ortega y Gasset hizo su tesis doctoral sobre los terrores del año 1000. Este texto no es de fácil acceso. Jueves tras jueves insto en la Real Academia a mi mayor y compañero Julián Marías a que exhume aquel trabajo de quien no sólo fue su maestro, sino que por sí mismo, y también gracias a Marías y otros, lo es de todos. Parece que la tesis de Ortega es débil, pero algo habrá en ella, algún que, otro destello que ilumine, si no terrores, que padecen algunos, desde luego nuestra peliaguda situación de terminales dúplices.Me preocupa que la gente, bien que no el hombre, viva despreocupadamente. ¡Hay tantos acontecimientos conmemorables que apenas queda un rato para reflexionar sobre ninguno y, ante todo, acerca del porqué futuro de los festejos! Los muertos, se me antoja, tienen labios de cóctel. La economía no es la única componente de nuestras vidas, más discutibles que jamás lo fueron, sino quizá la punta del hielo enorme con el que podemos topar desastrosamente. Los españoles cultivamos con parquedad y tacañería nuestra memoria, la individual y la colectiva; sin embargo, este año pasado, que también finiquita, dispusimos de una recordación superpoblada de verdades, también de las que lo son a medias, de memeces, sucesos chuscos y otros admirables.

Por no analizar nuestro uso del lenguaje, parémonos en las lindezas, enumeradas en ringlera, de algunas de nuestras denominaciones. Tuvo el hombre que nombrar antaño flores, bestias, construcciones y sentimientos encontrados. Nuestros jóvenes dan hoy nombre a sus ruidos y músicas, que los acompañan sin desmayo como una nueva placenta, ya que todos parecen haber perdido a su madre. Los grupos, rockeros o no, son conocidos por Siniestro Total, Diabéticas Aceleradas, Presuntos Implicados, Toreros Muertos, Sarna Unida, y ya por lo fino, Amistades Peligrosas. En nada tienen que ver con el conjunto de canciones, El canto del cisne, que compuso Franz Schubert sobre textos de Heine. Los muchachos escuchan estos sones en la mera calle y a las meras puertas de los antros en que mercan sus litronas Piara posarlas luego sobre los; coches aparcados indebidamente. No tienen casa y ni siquiera un sustitutivo para diversión. El siglo XX expira desahuciado por voluntad propia.

En uno de los canales de televisión, con los que ríos regalan tanto los emprendedores empresarios como las legislaciones liberales de nuestro Gobierno, giran unos personajes femeninos, las mamachichos, que ostentan atuendos para cuna grande, mas cuna al fin, y desgranan nanas excitantes. "Querida madre, llevo la bandera", verso este de Rilke que me sale del corazón cada vez que soy visual beneficiario de esos chupetes, caramelos, sonajeros y pañales de cuatro dimensiones. Sí; aunque Julián fuese nuestro nombre de pila, no tenemos madre; a lo sumo vivimos solos, con abuelita, y lejos, muy lejos de aquí. Vuelven los chicos, para hacer el largo camino hacia la escuela, a colgar de sus espaldas mochilas con lápices (bolígrafos o rotuladores), gomas (esperemos que no sólo las de borrar) y cuadernos. ¿Van a la escuela o hacen novillos? Goethe, cuya era tampoco fue manca en guerras y otras zarandajas más bien pesadas, les hubiese espetado desde su consejería áulica: "Las columnas de mármol y erectas te contemplan. / ¿Y qué han hecho contigo, pobre niño?".

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Acaso el niño se adentre en los peligros silenciosos de los bosques del mundo. Deambulará en el mundo entre la multitud y el desierto; estará, pues, siempre a solas, y siempre de mala manera. Escuchará que un académico, al perder sus aquellos ventajosos, dice quedarse como perro al que le quitan pulgas. No disfrutará de la paz que le venden, porque esta paz estalla remediablemente entre fragores insoportables. Sí le será posible vivir, mas no seguir viviendo. Verá vivir a ancianos moribundos el barrizal de las cortesías y los homenajes. Le resultarán a destiempo todos los aniversarios que se celebren con las mayores justificaciones cronológicas. Le caerá más que arduo no perder enemigos. La libertad estará de rebajas y, por tanto, de acuerdo con lo perecedero, con lo que se lleva. Será el antípoda de Browning, para quien por "doquier no había sino rosas".

¿Es el milenio un cisne que se pone a morir? Según Juan de la Cruz, canta entonces muy bellamente. Pero el Brocense acecha ojo avizor. Ha contemplado cómo expiraron dos por lo menos de estas bestias en Tordesillas, y no cantaban con belleza, que graznaban empavorecedoramente. ¿Será el canto bello propio de un fin de siglo y el graznido espantoso lo que no pueden impedir 10 centurias que boquean? Lo cierto es que, en los últimos años del milenio, todo parece transcurrir sin pena ni gloria, y eso sí, cuando hay pena, también hay asomos de vida nueva, de formas jóvenes, de una abundancia no excesiva, la que no nos agobia. Son los claros del bosque en los que algunos se sientan, pero no todos o ninguno.

Como decía el otro, los puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur. Es arriscado encontrar la realidad. Jamás nos la hemos sabido sino de memoria. Pero ¿habrá desaparecido ahora? Por de pronto, un alcalde de una muy bella ciudad atlántica dice que el artista Cristo es Cristo Jesús; y un eurodiputado, luego al norte, oye el nombre del pintor Ingres y le da por entrar en los sitios, por lo del ingreso. En fin, que si uno calla es porque mejor fuera no escuchar. Las arrugas no me entusiasman, mas, salvo su calorcito, tampoco gusto de las planchas. Aunque por lo menos las planchas renuncian a la verticalidad. ¿Tenemos casa? Más bien padecemos trashumancia en posadas, y para soñarnos sedentarios nos llevamos los jabones, los papeles timbrados y un minúsculo recado de costura. Alta costura, alta comedia. ¡Don Jacinto y sus actrices: doña María, doña Lola, Irene, María Fernanda y ahora su única hija, Amparo Rivelles! ¿Y aquella distanciación brechtiana en la rebotica de los cuernos escénicos de Mariano Asquerino en La otra honra? Los dedos se nos ponían como "cámbaros helados" al aplaudirnos como autores y actores en casa de Carmen Oliart.

Yo quisiera ser jueves; y el avemaría gregoriano, que no el de Amado Nervo, puesto que éste lo predicó siempre de aquellos que impetro, se alejen de nosotros: "Era llena de gracia como el avemaría, / y a la fuente de gracia de donde provenía / retornó como gota que se vuelve a la mar".

La Europa unida será que todos seremos europeos en nuestra mesa camilla. ¿O tendremos que meternos en la piel del judío errante? En cualquier caso, ya no podremos soñar con Europa, la Europa sepia de las fotografías como cuando éramos pequeños. Ya no podremos ser eso tan hermoso, tan soberano, que llamábamos hombres de frontera. ¡Música, música! Ayuda a caminar o a coger sitio. Los suecos tienen suerte, porque uno de sus reyes, el tercero de los Gustavos, fue tan musical que dejó que lo asesinasen para que sonara Verdi una ópera inolvidable. El gato Garfield duerme saciado, y los de Colette van al concierto y no son, como la pulga de Charlot, criaturas muy locas. ¿El luto? ¡Hay que llevarlo por el mundo, y "un mundo que es pequeño a vista del recuerdo"!

Pero seamos por fin políticos, o séase, que debemos contemplar cómo, en verticalidad, asumimos que lo obsoleto se instale en nuestros parámetros y se presente el tema del futurible, con su abanico de posibilidades y problemáticas generales y concrecionadas, y sobre todo promocionadas por sacerdotas sociales y lúdicas y preveídas y provisionadas en el encuentro, que no descubrimiento, con Latinoamérica, que no con Hispanoamérica, en profundidad y a nivel de lo mejor de lo mejor...

duque de Alba, de la Real Academia Española.

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