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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las dudas de Clinton

EL PRESIDENTE Clinton ha expuesto ciertas reticencias al plan de paz elaborado por los mediadores Vance y Owen, pero no ha presentado por ahora una alternativa. Tal actitud no puede sorprender en una persona que acaba de ocupar la Casa Blanca, sobre todo si se tiene en cuenta la extraordinaria complejidad que reviste hoy el problema de la antigua Yugoslavia. Clinton ya se había manifestado en su campaña electoral en favor de una actitud más enérgica ante los agresores serbios, pero sin formular compromisos concretos. Lamentablemente, esta etapa de tomar tierra, de dudas o reticencias en que se halla la Administración de Clinton, coincide con el momento en que la discusión del plan de paz Vance-Owen entra en una fase decisiva.Desde que el debate se ha trasladado de Ginebra a Nueva York han surgido cambios sustanciales. Lo que se temía, cuando el plan fue presentado, era el rechazo serbio: el mundo esperó con angustia la votación del seudoparlamento de Pale. Ahora, la oposición más radical es de los musulmanes, que ven en el trazado de las 10 provincias previstas una mera legalización de las conquistas militares serbias. Este endurecimiento de la actitud musulmana se debe a su esperanza en una posición más radical de Estados Unidos, que les ayude a obtener una solución más favorable para ellos. Probablemente, en cuestiones concretas, las quejas del presidente lzetbegovic tienen bases bastante serias. Pero el plan no es algo acabado, y la cuestión más urgente es crear una situación que permita arrancar a los serbios las concesiones que lo hagan aceptable.

¿,Por qué los serbios se muestran ahora entusiastas del plan? Además de las ventajas que les da, ello puede reflejar una nueva estrategia: prefieren estabilizar las Conquistas que han hecho y aplazar sus ulteriores planes expansivos hacia Kosovo, Macedonia, etcétera. De ser esto así, el plan Vance-Owen muestra su pragmatismo: permite estabilizar la situación en Bosnia, reducir en lo posible las ventajas de los serbios y, sobre todo, crear unas condiciones en que las poblaciones puedan gozar de un mínimo de normalidad. Todo ello, naturalmente, desde la evidencia de una situación internacional, reflejada en la ONU, en la que nadie está dispuesto a una guerra para que los serbios renuncien a sus avances.

De hecho, el tan discutido plan puede conducir a realidades muy distintas: a una Bosnia caótica, en la que las bandas armadas sigan mandando en las provincias previstas, y que sólo sirva de transición hacia la división (una parte a Serbia, otra a Croacia) y sin espacio real para los musulmanes. Pero el plan prevé, y es quizá su aspecto esencial, una presencia fundamental de tropas de la ONU para asegurar el desarme de las milicias, la circulación libre por todo el país y el respeto de los derechos de los habitantes. Si la ONU (sobre todo Europa y EE UU) está dispuesta a enviar una cantidad de tropas suficientes, se puede acabar con la agresividad serbia, con los crímenes y rivalidades que impiden la vida local, y entrar en una etapa en que las gentes puedan vivir con tranquilidad.

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Por todo ello, no parece lógico oponer la aprobación. del plan al empleo de medidas más enérgicas para que los serbios comprendan que no pueden seguir con su política agresiva. Si las iniciativas de EE UU van en este segundo sentido, serían positivas para avanzar hacia la paz. No hay ninguna incompatibilidad entre la puesta en marcha del plan y la adopción. de medidas para que ciertas decisiones ya adoptadas por las Naciones Unidas (embargo a Serbia, prohibición de vuelos en Bosnia) dejen de ser papeles mojados, transgredidos con el mayor cinismo. Urge asimismo que los convoyes humanitarios sean dotados de medios y de las órdenes pertinentes para que respondan a los ataques que puedan sufrir.

Los esfuerzos por lograr la aceptación del plan Vance-Owen, y su ulterior aplicación, no pueden hacerse con una política de guantes blancos con los serbios; no se puede olvidar que son los principales agresores. La comunidad internacional debe estar preparada a tomar medidas enérgicas si Serbia pretende proseguir una política expansionista. Cabe esperar que la política de Clinton en la ONU sea un factor importante para ello.

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