La norma del maestro de Borox
Branco / Bento, Rodríguez, Milla
Toros de Branco Nuncio, bien , presentados, manejables en general. Rui Bento Vasques: estocada baja (oreja); estocada caída, tres descabellos -aviso con tres minutos de retraso- y descabello (división y saluda). Miguel Rodríguez: pinchazo hondo, otro atravesado, media atravesada tendida caída y seis descabellos; el presidente le perdonó un aviso (silencio); pinchazo, estocada atravesada y dos descabellos (vuelta por su cuenta). Luis Milla: estocada atravesada y descabello; el presidente le perdonó un aviso (silencio); estocada, seis descabellos -aviso con retraso- y dos descabellos (aplausos).
Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. Tercera corrida de feria. Lleno.
Luis Milla cumplió aquella norma con que el maestro de Borox -Domingo Ortega en el Registro Civil y en los carteles- definía el arte de torear: "Hacer que el toro vaya por donde no quiere ir". Para conseguirlo hubo de allegar Luis Milla mucho valor, pues el toro no era de esos que los pones en medio de la carretera y lo mismo les da Brunete que Navalagamella, corte que cortijo. Ese toro sabía perfectamente dónde quería ir y era a la persona de Luis Milla, con intenciones perversas.Es usual en la moderna tauromaquia que si sale un toro de semejante catadura, el diestro encargado de lidiarlo se lo quite rápidamente de en medio, sin ningún sonrojo y con total desprecio a la norma del maestro de Borox. La torería actual encuentra más ajustada a razón la regla de El Gallo (maestro en espantás y otras divinidades), que rezaba: "Es preferible que digan de aquí se quitó que aquí lo cogió".
La torería antigua seguramente opinaba igual que El Gallo -es propio de la naturaleza humana el instinto de conservación-, pero debía disimularlo pues su oficio llevaba implícita la torería; una condición exclusiva del torero auténtico, que le diferencia del resto de los mortales.
Un torero, si lo es a carta cabal, no parece ni de esta raza ni de este mundo. Un torero capaz de ponerse de rodillas ante la cueva oscura por donde saldrá, veloz y bufador, un torazo negro, y en lugar de huir manda a la luna su brutal furia envolviéndola en el aleteo de la larga cambiada, no es equiparable a nada ni a nadie. Hacer que el toro vaya por donde quiere, ir, en cambio, está al alcance de cualquiera que tenga un poco de valor y mediano desparpajo. Algo de eso hay en el toreo moderno, que sus oficiantes ejecutan "fuera de cacho", acompañando las dóciles embestidas.
Rui Bento empleó en la tarde valdemorillana , este tipo de toreo. Manejando con gusto los engaños, ligando incluso los pases, fácil y aseado, mas sin cruzarse en la trayectoria del toro. Miguel Rodríguez cedió terreno al segundo en los lances de recibo, y lo estuvo capotean do a la defensiva hasta el lado opuesto del redondel. Luego, a ése y al quinto, los ahogó con la muleta unas embestidas que de suyo ya eran muy cortas. A Luis Milla, encimista en el tercero, le afloró la torería en el sexto, y a pesar de que el toro le amagaba guadañazos a las ingles, no se arredró en absoluto; antes bien, le retó, pisé su terreno, citó donde debía, y logró que el toro se sometiera a la regla del maestro de Borox, tomando con boyantía varias tandas de redondos. No fue mucho pero la torería de un diestro valiente basta para compensar a la afición de anteriores carencias y frustraciones. Por ejemplo, el banderilleo masivo. Los tres espadas banderillearon, unas veces juntos y otras separados; qué horror.
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