El viejo San Juan vivirá para siempre
Un testarudo nacionalista logra en 30 años devolverle a Puerto Rico su encanto colonial
La calle del Cristo, en el viejo San Juan, era hace 30 años conocida en todo el Caribe por sus prostíbulos y bares de alterne. Uno de estos establecimientos, escondido tras una vieja mansión colonial, respondía al nombre de El Chico. Era más famoso que los demás porque, aparte del éxito de sus mulatas, cuando fondeaba la flota norteamericana en Puerto Rico los marineros formaban largas colas en su entrada que incluso llegaban a rodear la manzana.Hoy la calle del Cristo es de nuevo famosa, pero por sus elegantes comercios impregnados de sabor colonial y por ser símbolo de una vieja y, pulcra ciudad totalmente reconstruida que los turistas, también norteamericanos, recorren con el placer de sentirse perdidos entre los siglos XVI y XIX, cuando la isla era conocida por los navegantes como la llave de las Antillas.
La piqueta no ha podido con San Juan de Puerto Rico, y eso que muchos lo intentaron. Un obispo norteamericano se quiso cargar un impresionante convento para convertirlo en aparcamiento, pero un hombre testarudo y nacionalista, el antropólogo Ricardo Alegría, lo disuadió. Hoy se ha convertido en un lujoso hotel que destila historia y leyenda.
Cuando los norteamericanos empezaron a explotar este botín de guerra llamado Puerto Rico pensaron arrasar el viejo San Juan y, con la anuencia de los anexionistas, hacer de éste un nuevo Miami, lleno de rascacielos junto al mar y con calles amplias para no bajarse jamás del coche. El corazón latino de muchos puertorriqueños comenzó entonces a funcionar y, con triquiñuelas, imaginación, leyes y finura caribeña, impidieron su destrucción.
Alegría, entonces presidente del Instituto Puertorriqueño de Cultura, fue el promotor del proyecto cuando, en contra de los especuladores e incluso de la Marina norteamericana, que temía que sus chicos se amotinaran ante la falta de diversión, se lanzó por ir reconstruyendo una a una todas las casas de esta isleta amurallada. Fue hace más de 30 años y hoy el 85% del casco histórico colonial está totalmente rescatado, lo que provoca el gozo y la admiración de quienes lo recorren.
El impulso final lo dio en los últimos anos y con vistas al V Centenario el gobernador autonomista, Rafael Hernández Colón, pero antes Alegría lo había empezado con varias casas piloto, que se convirtieron en sedes de instituciones locales, y también con varios comercios, a cuyos propietarios convenció para que regresaran arquitectónicamente al pasado, liberándoles de todo tipo de impuesto. Luego vinieron las iglesias, los conventos, el Ayuntamiento, el seminario, el palacio del gobernador, el hospital, las casas vecinales, los grandes caserones de blasón y los cuarteles militares.
El resultado ha sido devolverle a Puerto Rico un emblema de identidad que recuerde que, antes de la llegada de los norteamericanos, esta isla y esta ciudad tenían que decirle algo al mundo, pero en español, su lengua de siempre, y no en inglés, como pretendían entonces los de la piqueta y pretenden ahora sus sucesores, que son quienes actualmente la gobiernan.
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