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Keynes resucita

Líderes de EE UU y Europa piden mayor gasto público para reactivar la economía

La crisis ha hecho mella sobre el liberalismo económico que defendían hasta hace muy poco a un lado y otro del Atlántico. Las viejas ideas keynesianas han resucitado estos días en los debates del Foro Económico Mundial. Académicos y responsables políticos de Europa y EE UU han coincidido en reclamar una mayor intervención pública de los Gobiernos para reactivar la economía mundial. Es necesario volver a una senda de crecimiento superior al 3% para frenar la destrucción de empleo, y sólo se conseguirá con inversiones públicas en sectores locomotora.

"Si Keynes levantara la cabeza nos diría ¿es que no os enseñé nada?". Así comenzaba Lester Thurow, decano de la Sloan School of Management de Boston, uno de sus provocativos debates en Davos. Thurow y su colega Fred Bergsten, director del Institute for International Economics de Washington, se encargaron de caldear el ambiente de las discusiones con continuas menciones a la nueva política que esperan del presidente de EE UU, Bill Clinton.El millar largo de asistentes había venido a Davos esperando noticias de aliento del otro lado del Atlántico. Sin embargo, las previsiones cayeron como un jarro de agua fría. "Europa no puede esperar que Estados Unidos le saque las castañas del fuego", venían a decir Thurow y Bergsten.

"Lo primero es lo primero y Clinton tiene que emplearse a fondo para conseguir que la reactivación empiece a crear puestos de trabajo y los ciudadanos vuelvan a recuperar la confianza en su gobierno", explicaba el gurú de Boston. Su colega de Washington iba más allá al pedir una política fiscal agresiva de la nueva administración norteamericana.

Ambos coincidían en resucitar a Keyness durante un par de años y luego volverle a enterrar, una vez puestos en marcha los planes de inversión en infraestructuras y otros sectores capaces de tirar de todo el país. "Una vez conseguido el objetivo de llegar a una senda de crecimiento económico del 4%", decía Thurow con cierto cinismo, "habría que volver al rigor de la lucha contra el déficit público". Pero nunca antes de conseguir esa velocidad de crucero del 4% porque, a su juicio, los ciudadanos están hartos de ver cómo se pierden empleos y cómo se reduce su capacidad adquisitiva".

Los mensajes de EE UU y lo que parece que hará Clinton -todavía no ha concretado su paquete de medidas económicas-, fueron bien acogidos por los representantes europeos. Varios ministros y altos cargos de países comunitarios recordaban el proyecto de inversiones públicas en infraestracturas que estudia en estos momentos la Comisión Europea e igualaban a Delors con Clinton en cuanto a resucitar "lo mejor del keynesianismo". La mayoría pareció olvidar por un momento que las duras condiciones de convergencia europea impuestas en Maastricht exigen una drástica reducción del déficit y la deuda pública para poder estar en el primer pelotón de la unión monetaria.

Impuesto por despido

En esa mezcla de nuevas y viejas ideas, otro gurú norteamericano, el profesor del MIT Michael Piore, propuso la revolucionaria idea de crear un impuesto que deberían pagar las empresas que despidan empleados.Ante la auténtica avalancha de despidos masivos que se está produciendo entre las grandes compañías norteamericanas, Piore no se andó con medias tintas y lanzó la idea, que fue acogida por la sindicalista alemana Ursula Engelen-Kefer, vicepresidenta de la Confederación de Sindicatos de Alemania.

En una reunión de trabajo sobre el nuevo diáologo social, Ursula Engelen-Kefer se quejaba de la situación en que viven los trabajadores europeos, y en concreto los alemanes, que están sufriendo los efectos de la reunificación. "Alemania había apostado en su día por altos salarios y mucha productividad y ahora hay que modificar los planteamientos". Su receta para mejorar las perspectivas de los desempleados consistió en mejorar la formación y la cualificación de los trabajadores.

Más distinta, pero sin perder su tradicional ocurrencia, estuvo el presidente y fundador de Sony, Akio Morita. "En Estados Unidos", decía el viejo empresario japonés, "se están acostumbrando a despidos masivos cada vez que una empresa tiene problemas. Creo que es mejor el sistema japonés", insistió, "en el que cuando tenemos problemas lo que reducimos no son las plantillas, sino los beneficios".

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