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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cierre y apertura

EL PEQUEÑO y mediano comercio de Madrid y de algunas provincias andaluzas cerré ayer en protesta contra la libertad de horarios comerciales, el impuesto de actividades económicas y el proyecto de ley de arrendamientos urbanos. Lógico que, en un momento de crisis económica, elementos tan heterogéneos puedan convertirse en factor aglutinador de un viejo malestar; pero dudoso que constituyan la causa real de sus males.Ese comercio se enfrenta desde hace por lo menos una década al cambio radical que ha supuesto en los tradicionales usos gremiales la libertad de horario. El balance no le ha sido favorable: la desaparición de miles de tiendas de barrio ha sido sustituida por los grandes espacios comerciales, con capacidad financiera y organizativa para hacer frente a las nuevas necesidades del consumidor -la incorporación de la mujer al trabajo ha hecho inviable la simultaneidad de la jornada laboral y comercial-. La situación que señalan los comerciantes no es, pues, un invento, y la sufren con una competencia a la que son incapaces de responder. Si en estos casos los perjudicados son los pequeños comercios, en las comunidades donde no hay libertad horaria los damnificados son los consumidores.

Pero las dificultades que encuentran en dar la réplica a las grandes superficies no provienen tanto de los horarios como de causas estructurales implícitas en los mecanismos de la economía de mercado, y que podrían, en todo caso, ser aliviadas mediante medidas de fomento, pero nunca de prohibición. Sin duda, las distintas administraciones pueden hacer mucho por facilitar algunas de estas medidas. Pero la principal e insustituible responsabilidad en hacer competitivas sus estructuras comerciales, por medio de cooperativas o de alguna otra forma que abarate sus costes y mejore la calidad de los servicios, corresponde al propio sector. Sólo así podrá concurrir con la oferta que desplaza a los consumidores fuera de sus barrios durante los fines de semana o a la hora del almuerzo. Eludir este desafío es errar el tiro en lo fundamental.

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