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Tribuna
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Membrillero

Manuel Vicent

Hay una lentísima fuga de la luz que va resbalando por las hojas del membrillero, y al pie del árbol, como un cazador, está Antonio López con un lienzo en el caballete que parece una trampa tendida para atraparla. Esa luz es otro río de Heráclito, en el cual nadie podría bañarse nunca dos veces. Ella fluyendo transforma la sustancia de todos los seres, y el tiempo no es sino la copa de cristal donde la luz se teje y se desteje siempre a sí misma. Intentar captarla en el lienzo es el trabajo imposible de este pintor que en la película convierte su propia impotencia en una obra de arte. Es una tarde de otoño, y los membrillos ya están dorados. Se oyen pitidos de trenes que parten hacia su destino o llegan a la ciudad desde lugares desconocidos. La vida pasa. En la superficie de las cosas, la vida va dejando minuciosas heridas, una memoria amarilla, imágenes de una fotografía de juventud que ya se ha perdido. La cámara de Víctor Erice analiza los ojos del artista apostado junto al membrillero cuando en sus ramas se posa la luz en forma de ave que nunca se dejará cazar. Mientras espera el momento de fijarla en el lienzo también se escucha la ciudad respirando a través del sonido de las ambulancias, y el sol rueda por la tapia camino ya del invierno, que trae aguaceros sobre el cobre de todos los árboles, pero cada membrillo es el mundo y también el alma entera del pintor. La pasión, según Víctor Erice, consiste en que el pintor desee la luz hasta el fondo de la materia; que la imposibilidad de poseerla se convierta en amor o tal vez en melancolía; que al final esa impotencia se transforme en un sueño; que sólo dentro del sueño el artista sea capaz de soñarla; la fusión del sol con el membrillo equivale a un tiempo capturado: ese que te destruye después de haberte hecho inmortal un instante, el que te permite exhalar el mejor perfume un momento antes de que se inicie tu putrefacción. Víctor Erice y Antonio López han realizado con esta película una obra maestra. El sol del membrillo o la impotencia del genio.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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