_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cambio de clima moral

El cambio más claro que veremos con la Administración de Clinton es un cambio de clima moral. Dicho en términos más amplios: con Reagan y Bush tuvimos un Gobierno que identificaba sus éxitos y sus intereses con los de los segmentos de población más ricos y, desde el punto de vista económico, con más talento y menos escrúpulos. Con ClInton tendremos un Gobierno que identifica sus intereses con los de las clases media y trabajadora y que luchará por mejorar las oportunidades de los desvalidos. En los siguientes párrafos procuraré ilustrar las implicaciones concretas de ese amplio contraste.El instrumento principal del Gobierno federal para influir en la economía es la política fiscal y la regulación administrativa. Reagan, intencionadamente, concedió mayores rebajas fiscales a los grupos de renta más elevada. Tanto él como Bush liberalizaron las principales industrias como medida para fomentar la competencia y permitir a la vez la realización de beneficios excesivos a través de compras apalancadas, la manipulación del precio de las acciones, absorciones, etcétera. Ocultaron el criminal saqueo del sector de las cajas de ahorro hasta que el coste para el inocente contribuyente fue demasiado enorme como para ser valorado sin siquiera una explicación parcial. Cuando, en 1990, la recesión empezó a sentirse de forma generalizada, la propuesta concreta de Bush para reactivar la economía fue recomendar que se redujera el impuesto sobre plusvalías, es decir, el impuesto que pagan los accionistas sobre los beneficios realizados mediante la venta de propiedades y valores, pero su propuesta fue rechazada por el Congreso, de mayoría demócrata.

Esta política fiscal y de liberalización se justificó con la teoría del goteo de la prosperidad: la hipótesis de que los ricos emplearían sus ahorros fiscales en inversiones productivas que a su vez crearían nuevos puestos de trabajo, y de que al liberar a las empresas de engorrosas normativas federales sería más fácil realizar inversiones rentables sin injerencias burocráticas en nombre de los derechos civiles, la defensa del medio ambiente, etcétera. Todas las estadísticas de la década de 1980 mostraban que las rebajas fiscales se tradujeron en un crecimiento del consumo y en un mayor desfase entre la renta de la clase media y la de la clase alta, en vez de traducirse en inversiones productivas. Pero Bush nunca dejó de recomendar una reducción del impuesto sobre plusvalías como la clave para una renovada prosperidad económica.

Durante la presidencia de Reagan, la combinación de las rebajas fiscales con unos enormes gastos de defensa fue tan. irracional que muchas personas pensaron que Reagan creó intencionadamente el enorme déficit para que a cualquier futuro Gobierno le fuera imposible luchar contra una recesión cebando la bomba con obras públicas y programas sociales. La política de Reagan y Bush llevó al olvido premeditado de las vías férreas, las carreteras, los aeropuertos, los parques nacionales, las viviendas urbanas, los colegios, las prestaciones sociales y la pavimentación, iluminación e instalaciones sanitarias de las ciudades. En las ceremonias de entrega de diplomas de colegios y universidades, genios de las finanzas a favor de la liberalización como Ivan Boeski y Michael Milkin (después declarados culpables de diversos crímenes administrativos recíprocos y contra su propia clase de banqueros de inversión) predicaban el evangelio de "la avaricia es buena.7. El presidente Reagan insinuó que las nóminas de la Seguridad Social estaban llenas de "estafadores", y el presidente Bush recomendó que se abordaran los problemas del paro y los sin hogar no a través de la intervención del Gobierno, sino mediante "mil puntos de luz", es decir, la limosna voluntaria de cada uno.

Estos triunfos del capitalismo liberalizado incluían sueldos multimillonarios y acciones liberadas para altos ejecutivos que cobraban tres o cuatro veces más que sus colegas japoneses, mientras perdían los mercados internos ante el avance de los productos japoneses, más competitivos. La era Reagan-Bush también ofreció a los funcionarios una nueva definición de integridad moral. Cuando el fiscal general, entre otros, fue preguntado acerca de favores político-financieros a amigos y familiares, declaró para justificarse que no había hecho "nada ilegal".

En la Administración de Clinton, los poderes fiscales y reguladores se utilizarán sin duda con fines diferentes de los de Reagan y Bush. Habrá un ligero aumento en el impuesto sobre la renta para los ricos, tanto por razones de justicia social como por la necesidad de financiar la reparación de las infraestructuras nacionales y urbanas. El presidente Clinton ha prometido mejorar las escuelas públicas y hacer llegar la atención sanitaria básica a todos los norteamericanos. Como gobernador de Arkansas aumentó los impuestos sobre ventas específicamente para pagar programas escolares y aumentó los impuestos sobre la gasolina para reparar las carreteras. En el tema de la dependencia de las ayudas sociales, su actitud combina la compasión con métodos prácticos para reducir el número total de perceptores de subsidios. No estigmatiza a millones de madres solteras y adolescentes sin empleo como "estafadores de la seguridad social", pero propone que, después de un máximo de dos años de recibir ayudas, los perceptores de prestaciones tendrán que aceptar un trabajo disponible o una formación laboral.

Por consiguiente, en las cuestiones de impuestos y bienestar social parece claro que la presidencia de Clinton no actuará en nombre de los ricos, sino de las clases menos privilegiadas y los "pobres que trabajan". Es más dificil predecir si será capaz de establecer un tono moral más saludable en la Administración pública. Su elección de miembros del Gobierno y otros altos responsables ha combinado los objetivos de capacidad profesional y aumento de la representación de minorías, pero varios de ellos son abogados de empresas muy bien pagados y presionarán en favor de poderosos intereses privados. En concreto, el nuevo secretario de Comercio, Ron Brown, presidente del Partido Demócrata y socio en una empresa de abogados que representa a importantes compañías japonesas, recibirá una despedida de oro de aproximadamente un millón de dólares cuando abandone temporalmente la empresa de abogados, y ha declarado que no actuará en nombre de los clientes de su firma durante un mínimo de un año. Esto no concuerda muy bien con la promesa electoral de acabar con la influencia de "intereses especiales" en la legislación nacional. Desgraciadamente, es muy posible que prácticas como los costosos grupos de presión corporativos, el despilfarro en el Pentágono, la financiación corrupta de campañas para el Congreso y una ridícula exageración en la clasificación de documentos secretos estén tan arraigadas que ningún nuevo presidente, por muy buenas que sean sus intenciones, pueda hacer demasiado para ponerles fi n.

Con respecto al medio ambiente también tendremos que esperar y ver. Como gobernador de Arkansas, Clinton dio más prioridad a las industrias creadoras de empleo que a la limpieza del medio ambiente. Pero escogió a Al Gore como vicepresidente y ha nombrado a personas comprometidas con el medio ambiente para presidir el Departamento de Interior y la Agencia para la Protección del Medio Ambiente. Moral y políticamente, Clinton es un posibilista decente. Mi predicción es que actuará enérgicamente en favor de la justicia social, cumplirá con el mínimo de compromisos desagradables necesarios para asegurarse el servicio de administradores competentes y no regulará demasiado estrictamente las industrias, que son las únicas fuentes posibles de nuevos empleos.

es escritor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_