_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Elogio de la política

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Quienes se han dedicado estos años a denigrar a la clase política deberían tomarse ahora un respiro, porque en la actual situación económica el país va a necesitar mucho de los políticos. Cuando el problema de un país es ajustar su economía, los técnicos son útiles pero los políticos son absolutamente imprescindibles.

Cuando la economía está en fase de expansión, el papel de los políticos es -con todos los respetos- secundario. Entonces basta con que no hagan tonterías, con que se contengan. Cuando las cosas van bien, todo es fácil; no hace falta cambiar las actitudes de los ciudadanos, no hace falta moverlos, liderarlos. Basta con no fastidiarles. Entonces se invierte, se produce y se crea empleo de forma autónoma. Los ingresos públicos aumentan espectacularmente, con lo que se puede aumentar y distribuir el gasto a gusto de todos e incluso reducir el déficit. En los momentos de expansión el político puede utilizar la situación económica -"todo esto que tenéis se debe a mí"-, pero la situación económica no necesita gran cosa de los políticos. En esos momentos casi basta con que no utilicen el gasto público para echar leña al fuego de la demanda privada.Pero la fase de expansión terminó. En el espacio brevísimo de dos meses y empujados por sucesos exteriores, los españoles han vivido dos acontecimientos: uno, darse cuenta de lo desajustada que estaba su economía, y otro, adoptar una de las medidas esenciales para proceder al ajuste: la devaluación de la moneda. Se puede discutir el carácter querido o forzado de los últimos acontecimientos, pero reconozcamos que algunos de sus frutos han sido positivos: hay conciencia y hay medidas. Peor hubiera sido vivir más tiempo sin conciencia de los desequilibrios, peor hubiera sido que se hubiera retrasado la primera medida esencial para iniciar el ajuste.

Sobre lo que se debe hacer para ajustar una economía existe un consenso muy amplio entre los economistas. En primer lugar, en cuanto a las medidas macroeconómicas y una vez que se ha procedido a la devaluación, se debe contener la demanda durante un tiempo suficiente para que se consoliden los nuevos precios relativos. Si no se hiciera así, todos los precios aumentarían, no se alterarían en términos relativos y la devaluación habría sido un remedia peor que la enfermedad.

Reformas estructurales

A esta vieja y probada receta macroeconómica se ha añadido en los últimos años la idea de sazonarla con las reformas estructurales. Aunque para realizar el ajuste bastaría con contener la demanda, últimamente todo el mundo está de acuerdo en que,, si no se hacen reformas estructurales, el ajuste será más lento y largo y será más costoso en térrenos de, empleo, disminución del crecimiento, etcétera. Un ajuste rápido evita además un riesgo fundamental, el de que la población acabe hartándose de la política de ajuste y provoque un cambio en la política que aborte el proceso de ajuste.

¿Por qué para aplicar la política económica en momentos de ajuste se requiere una mayor habilidad política? La habilidad política es imprescindible porque lo que hay que hacer -contener el gasto y liberalizar mercados es justamente lo contrario de lo que la población espera que se haga. En la fase recesiva, el ciudadano se ve más pobre y desprotegido y en consecuencia pide más gasto público, o sea, más demanda, y pide también más protección, o sea, menos liberalización.

La habilidad política es imprescindible no sólo para hacer el ajuste sino para que el ajuste se haga sin que se produzca una ruptura en la convivencia. No basta con aplicar- las medidas correctas sino que hay que aplicarlas con corrección. Cuando el desajuste no es muy profundo, las medidas de ajuste no pasan de crear un leve malestar social, pero conviene no olvidar que en países con desajustes importantes las medidas de ajuste mal aplicadas han supuesto, algunas veces, muchos muertos. Esta torpeza en la aplicación puede tener igualmente consecuencias negativas para la economía pues se sabe que al dinero no le gusta el ruido, que los inversores no van allí donde no hay estabilidad política y social. Por todo ello la tarea del político es doblemente necesaria durante el proceso de ajuste. Si no se cuenta con políticos hábiles que expliquen y convenzan, y que, por tanto, consigan que se acepten las medidas necesarias, la economía no se ajustará y se aplazarán las posibilidades de crecimiento. Si la falta de habilidad viene, no por el fondo, sino por las formas -si se aplican las medidas correctas, pero a costa de la ruptura de la convivencia-, también el crecimiento se verá perjudicado.

Paz sindical

La habilidad del político es esencial durante el ajuste y no puede ser suplida por ningún técnico. Sólo el instinto político permite anticiparse a los problemas que surgen donde menos se espera. Así, por ejemplo, la crisis económica favorece -aunque parezca paradójico- la paz sindical. Las huelgas generales sólo tienen éxito en los momentos de mayor creación de empleo. Durante la crisis, los sindicatos pierden fuerza y se vuelven colaboradores. Pero sería un error confundir paz social con paz sindical. Durante el ajuste el malestar puede surgir en el seno de otros grupos -comerciantes, profesionales y pequeños empresarios- que son el colchón de la crisis en las economías de mercado y que, en términos relativos, tienen menos protección del Estado que los trabajadores. El político hábil es el que se da cuenta antes que los demás que la sociedad de hoy es más compleja que la que describe los libros de ayer, y evita, adelantándose, que los conflictos se calmen con más gasto o dando marcha atrás en la liberalización.

Esta trascendencia de la política ha sido reconocida en los últimos años por el organismo mundial experto en ajustes: el Fondo Monetario Internacional. El FMI hoy admite que no basta con aplicar la receta económica y por eso está recomendando a los países que, cuando ajusten, emprendan políticas sociales que disminuyan los costes y así consigan el apoyo de la población. Pero esta fórmula, que sirve para países sin apenas protección social, no sirve para suavizar conflictos en países como el nuestro, que ya disponen de una red social (desempleo, sanidad, etcétera) aceptable. En los países desarrollados el apoyo a la política de ajuste se consigue a través de una mayor equidad en la distribución de los costes. El objetivo es que todos trabajadores fijos, trabajadores de empresas públicas, funcionarios, accionistas, etcétera- contribuyan a la tarea del ajuste. Y no sólo que contribuyan, sino que se sepa, que todos sepan que los demás están colaborando.

La técnica no suple nunca la incapacidad política. Aquellos países que no contaron con políticos capaces en momentos de ajuste intentaron resolver los problemas a base de buscar economistas que les proporcionasen fórmulas originales. Allí donde ningún político se sintió capaz de convencer de la necesidad de contener la demanda y de flexibilizar los mercados se buscaron desesperadamente economistas que dijeran que no importa reducir la inflación o que no está demostrado que la liberalización mejore el bienestar. Los países que siguieron esta vía en los años setenta han pagado cara su originalidad con el retroceso de sus economías hasta límites insospechados. Afortunadamente, ese peligro no existe en España. La mayoría de los economistas españoles, cualquiera que sea su posición ideológica, está a favor de la ortodoxia macroeconómica y microeconómica. En vez de perder el tiempo en buscar soluciones originales más vale emplearlo en hacer atractivas las soluciones razonables y probadas.

El ajuste necesita de los políticos porque el ajuste es una tarea nacional. Cuando hay expansión, la política económica no es una tarea nacional. Cuando hay expansión, lo que es bueno para. cada uno es bueno para el país. Pero cuando se está en una fase recesiva y se quiere salir de ella por medio de un ajuste rápido y poco costoso no basta con decirle a la gente que lo que le fastidia individualmente es bueno para la nación. Difícilmente así se moverá a la gente. Hay que explicarles que lo que es bueno para la nación es bueno para cada uno, que el ajuste no es otra cosa sino prepararse para crecer. Para ello se necesita habilidad y capacidad política. Se necesita liderazgo, capacidad de diseñar y ofrecer un proyecto creíble, capacidad para comunicar, capacidad para convencer a todos de la necesidad de compartir costes, capacidad de anticiparse a los posibles conflictos y no ir a rastras de los mismos. Todo esto, que es tan importante para la economía, no tiene nada que ver con la economía. Es pura política.

es presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_