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La vida en seco

Sevilla rescata viejos trucos para habituarse a 12 horas sin agua

La falta de agua en Sevilla no es ninguna novedad. Desde que es ciudad, e incluso antes, la población vivió siempre pendiente de carencias y excesos. Para hacer frente a las 12 horas de corte del suministro con las que han de convivir -de siete de la tarde a siete de la mañana-, los sevillanos han cambiado sus hábitos cotidianos y brotan otra vez por todos los rincones barreños y palanganas. Las triquiñuelas para sortear la escasez son muchas: la familia Romero Mozo, una de tantas de las que se enfrentan a las restricciones, ha aprendido, incluso, a utilizar el lavavajillas con cubos de agua.

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El aspecto de la ciudad, apenas cuatro meses después de ser el mascarón de proa del avance tecnológico español y del posmodernismo arquitectónico, se asemeja más al decorado polvoriento de un spaguetti-western que a la cuna de la fibra óptica. Los parques están secos; los árboles, sucios y los arriates de los pequeños jardines, mortalmente marchitados. El Ayuntamiento ha abierto varios puntos de toma de agua no potable de distribución gratuita, pero la mayor parte de estos pozos subterráneos se destinan a las pequeñas industrias y casi nada al riego.De una sequía a otra, el sevillano guarda en los recovecos de su memoria extraños procedimientos para ahorrar y cubrir sus necesidades. La experiencia ha desarrollado en Mariana Mozo, madre de tres hijos de edades diversas, una singular pericia en estos asuntos. Durante las duras restricciones de 1981, en las que se llegó a cerrar el grifo a las dos de la tarde, Mariana consiguió aprender a poner en marcha su lavavajillas mientras no había abastecimiento.

Según ella, el método, que ha vuelto a retomar, es bien sencillo: echar un cubo de agua en cada una de las tres fases del programa de lavado. También sabe hacerlo con la lavadora, pero considera esta práctica una medida extrema que sólo sería oportuna si por razones imprevistas hubiera de ausentarse todo el día de casa.

Su familia, con las imposiciones del nuevo horario de restricción, se ha visto obligada a modificar sus costumbres diarias. La ducha es matinal, tempranera y por orden riguroso. El marido y los dos hijos mayores, que van ya a la Facultad, no han encontrado especiales problemas, si no es un ligero retraso en el aseo, ya que la presión del agua tarda en recuperarse.Sin embargo, la pequeña, Teresa, de 12 años, Juega al baloncesto en días alternos y llega a casa pasadas las siete de la tarde. Logra desasirse del sudor calentando en dos enormes ollas el agua, con la que se rocía en la bañera a la vieja usanza. Mariana reconoce que esta trabajosa forma de lavar a su hija es únicamente posible porque se trata de una sola persona: "Si fueran tres niños, sería una locura".Los Romero Mozo, como la gran mayoría de los sevillanos, han comprado un barreño de plástico para almacenar sus reservas en caso de emergencia. Lorenzo Romero, empleado de banca, explica que así se ahorra mucho, ya que el agua no se desperdicia mientras no se necesite. "Algunos", cuenta, "Ilenan el baño y el lavabo antes del corte y a la mañana siguiente lo vacían; Eso es un derroche". Del barreño se toman los cubos que los miembros de la familia vierten en el retrete tras usarlo, las ollas de la ducha de Teresa y otras urgencias.

Consejos entre vecinasEl agua para beber se consume embotellada. Pese a que el Colegio de Médicos de Sevilla ha garantizado la salubridad del suministro corriente, su mal sabor ha disparado las ventas del agua mineral un 3.500%.Como todos, la familia Romero sigue de cerca la ya cansina polémica de las restricciones.

Desde hace unas semanas, en la calle, en la televisión y en los periódicos no se habla de otra cosa. El sevillano se ha aprendido de memoria nombres de pantanos y embalses que antes no había oído jamás y está enteradísimo en cada momento del nivel de re servas. En vez de intercambiar puñaditos de sal y ramitas de perejil, las vecinas se hacen confidencias sobre sus últimos hallazgos en materia de ahorro: aprovechar el agua de lavar las verduras para regar las macetas; introducir un ladrillo en la cisterna para que se llene menos; guardar el agua de la fregona para las vi sitas nocturnas al baño, y no la var los platos al chorro. En el bloque donde viven sólo hay seis inquilinos, pues se trata de una casa en pleno centro histórico de la capital andaluza. La llave de paso, que obliga a cerrar el Ayuntamiento durante las restricciones bajo multas de hasta 50 millones, la manipula el presidente de la comunidad para quien, aseguran, no supone ningún engorro. Otras comunidades de vecinos de Sevilla han instala do en sus contadores de agua un sistema con reloj que corta automáticamente el suministro.

Con la sequía, la vida cotidiana en la calle también es diferente. El café express en bares y restaurantes ha quedado vetado, ya que al no haber suficiente presión en la red la máquina se niega a funcionar. El gimnasio tras las siete de la tarde es igualmente difícil si uno quiere meterse en la cama limpito. Queda la opción de los cubos, pero adoptar esta fórmula todos los días supone otra sesión de ejercicio.

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