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Crecen las sospechas sobre la intervención del espionaje británico contra la familia real

Enric González

El escándalo del espionaje a la familia real británica, puesto al descubierto por la difusión de distintas conversaciones privadas del príncipe y la princesa de Gales, apuntaba ayer hacia organismos estatales del Reino Unido. Distintas investigaciones efectuadas por periódicos como The Independent, The Daily Telegraph, The Times y Evening Standard coincidían en señalar al MI 5, el servicio de espionaje británico, y al GCHQ (Centro Secreto de Comunicaciones del Gobierno) como las únicas organizaciones con capacidad técnológica suficiente para captar con la máxima calidad de sonido este tipo de conversaciones telefónicas privadas.

De las dos instituciones, el GCHIQ es, según todos los periódicos, la que más sospechas suscita: sus empleados perdieron hace unos años el derecho de sindicación y diversos complementos salariales, lo que, de acuerdo con The Daily Telegraph, podría haber llevado a un grupo de funcionarios a filtrar las grabaciones a la prensa, por motivos de venganza o puramente crematísticos.Según The Times, la cinta con la supuesta conversación entre el príncipe Carlos y su amiga Camilla Parker-Bowles fue ofrecida a varios periódicos londinenses a cambio de 50.000 libras (más de 9 millones de pesetas). En algún caso, sin embargo, se ofreció de forma gratuita.

El Evening Standard informaba sobre la existencia de hasta 2.400 grabaciones con conversaciones de la familia real, de las que sólo se habrían conocido las dos de contenido más comprometedor.

El supuesto diálogo entre Carlos y Camilla fue publicado ayer íntegramente, por primera vez en el Reino Unido, por el. Dady Sport, un periódico sensacionalista de nula credibilidad. Aunque la prensa de prestigio prefiere no publicar la transcripción íntegra, las frases más llamativas fueron generosamente recogidas por todos los periódicos nacionales, con excepción del económico Financial Times.

Un grupo de diputados conservadores hizo público su apoyo al príncipe Carlos como futuro rey, argumentando que. sus debilidades privadas no le incapacitaban para ser un buen monarca, y que bastaría separar la Iglesia Anglicana de la Corona para que su supuesto adulterio careciera de importancia.

Otros diputados señalaron, sin embargo, que su aparente imprudencia en las actividades sentimentales podría ser peligrosa a la hora de manejar los complejos asuntos de Estado.

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