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Resaca

El año se anuncia regular. Nos dijeron que iba a ser de resaca, y no se equivocaron los que lo auguraban. Con excepción del Xacobeo, ¡no tenemos nada que celebrar!Eso llevamos ganado, pero si los pobres gallegos no saben la que se les viene encima con lo que es la simple festividad, ignoran además que después de las experiencias de Sevilla, Madrid y Barcelona en 1992, los que quedamos vamos a hacer lo posible por evitar que Galicia se nos desborde hacia la meseta. Como gobierna Fraga, no le vamos a mandar el AVE.

El año 1992 nos ha pasado por encima como un rodillo de intolerable simpatía: hemos sido como el señorito golfo que, después de pasarse la noche entre disco y cabaré, tomando copas aquí y ligando allá, se enfrenta hecho polvo con las ocho de la mañana y la inevitabilidad de la vuelta a casa. Y lo malo es que es domingo y podría dormir hasta tarde si no fuera porque la cocinera, que es gallega, canta por las mañanas temprano y le hace unos desayunos que no se los salta un torero. Tiene la voz a medias entre Julio Iglesias y el presidente de la Xunta.

Ya les tocará a los gallegos despertarse en 1994. Entonces, como nosotros hoy, mirarán confusos a diestro y siniestro y no comprenderán de qué se ríen los demás. Como la de la vieja hiena, que come carroña y copula una vez al año, hay risas y sonrisas que no se entienden. En mi caso, al menos dos de peso.

La primera es la del hombre del tiempo de la tele, que con la alegría pintada de oreja a oreja anuncia que no lloverá de momento, que cuatro o cinco capitales se han sumado a las restricciones de agua y que ésta es imbebible. La otra es la de lord Owen y Cirus Vance cuando estrechan la mano de Slobodan Milosevic con aire de decirle: "Ah, pillín, a ver si tu gente viola a menos mujeres en Bosnia". ¿De qué reirán?

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