Presidencia danesa y obstáculos franceses

La tonalidad del semestre que ahora empieza no va a proporcionarla, según todos los indicios, ni la presidencia danesa ni los países de la ampliación. Menos todavía el Reino Unido, concentrado en sí mismo y a la espera de obtener la luz verde danesa para proceder a ratificar el Tratado en las dos cámaras parlamentarias. Dinamarca va a concentrar sus esfuerzos en su propia ratificación y en un cumplimiento correcto de las tareas presidenciales, cuestión que en principio no tiene por qué embrollarse con su política interior, como mínimo hasta el extremo británico.Los daneses contarán con una ocasión de lucimiento con el Mercado Único. El buen funcionamiento del nuevo espacio de libre circulación de mercancías, capitales, servicios y personas, abierto el 1 de enero, dependerá en buena medida de la voluntad política de los interesados. Por ello será decisiva la actitud que adopte la presidencia danesa para completar el 5% de las normas previstas en el proyecto de Mercado Unico que no han sido todavía aprobadas por falta de consenso.
El centro de gravedad de la CE tiende a gravitar, en cambio, sobre Francia, donde la debilitada clase política está sólo pendiente de las elecciones generales de marzo, mientras todos los temas decisivos de la construcción europea pasan de una u otra forma por las manos de un gobierno socialista aterrorizado por la perspectiva, cada vez más nítida, de una derrota bochornosa.
El único pilar de Maastricht que no está asegurado, la moneda común, depende de la resistencia del franco francés, cíclicamente objeto de descomunales empujones que tienen como objetivo sacarle del SME (Sistema Monetario Europeo).
Francia suministra otro motivo de inquietud en este semestre. Entre las cuentas pendientes de 1992 se halla el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), que París ha prometido bloquear, utilizando incluso un arma excesiva como es el derecho de veto, si lo considera incompatible con los intereses de su agricultura.
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