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Cuento de Navidad

Juan José Millás

Había dos posibilidades, una cara y la otra barata: o marcharse a una isla donde no se notara la Navidad, o adoptar frente a ella una actitud en la que lo que no se notara fuera él. La primera era imposible por razones económicas; en cuanto a la segunda, no sabía ni cómo se le había podido ocurrir, pues al repasarla le pareció una tontería. Hacía estas cavilaciones mientras bajaba por Serrano en dirección a Alcalá mirando los escaparates como si los leyera. El caso es que había recorrido la mitad de la calle sin resolver nada. Había visto cosas apropiadas, pero caras; otras tenían un precio razonable, pero no eran apropiadas; finalmente, había un tercer grupo de regalos que, siendo apropiados, resultaban baratos en exceso. Por eso, a medida que se reducían las posibilidades contemplaba los escaparates con una atención que empezaba a parecerse a la inmovilidad de la angustia.Algunas señoras llevaban abrigos de piel y se veían perros de diferentes tamaños paseando con desgana a sus dueños. En esto, advirtió que había llegado a la altura del Museo Arqueológico y, en un impulso impremeditado, atravesó la calle y entró en él. Enseguida, se dejó llevar por la lógica arquitectónica del recinto y lo recorrió lentamente atravesando la Edad del Bronce y la del Hierro y la prehistoria de las islas Baleares; después, con la misma falta de intención, penetró en la arqueología ibérica, y fue en una de estas salas donde inopinadamente comenzó a cojear. Así, tras recorrer sin prisas el patio árabe, llegó a la Edad Media, donde le esperaba el arte visigodo y donde -otra extrañeza como la de cojeatse emocionó frente a la Corona Votiva de Recesvinto, perteneciente al tesoro de Guarrazar.

Emocionado y cojo, recorrió el resto del museo y al final compró dos catálogos, libros y algunas postales de lo que más le había llamado la atención. Ya tenía todos los regalos resueltos. Una vez en la calle comprobó que aunque todavía se notaba la Navidad, él había dejado de notarse así mismo, como si la ansiedad y la angustia -cimientos de su identidad- hubieran- sido sustituidas por la emoción y la cojera. Cojeó, pues, hasta la oficina, donde nadie advirtió los cambios operados en su modo de andar o en su mirada, y luego se marchó a casapara ocuItar los regalos que intercambiaría con su mujer y sus hijos el día de Nochebuena. Tampoco allí notaron que cojeaba ni que estaba emocionado.

Durante los días siguientes se acentuaron las alteraciones. Volvió un par de veces al Arqueológico, donde se había obsesionado con una humilde pieza prehistórica, hecha en barro, que parecía empeñada en transmitirle a través de los siglos un mensaje de su creador. Por otra parte, la cojera, al obligarle a caminar despacio, le ofrecía una visión inédita de la realidad. La vida empezaba, en fin, a tener el brillo que suelen ver en ella los resucitados.

La solución barata se había impuesto, aunque un poco al margen de su voluntad; el caso es que él había dejado de notarse como se deja de notar la Navidad en una isla del Caribe. Durante las cenas percibía algunas miradas de extrañeza procedentes de su mujer y de sus hijos, quienes, sin embargo, a pesar de la cojera y de la emoción, no se dieron cuenta de que en realidad era otro hasta el día de Nochebuena, cuando llegó la hora de intercambiar regalos y él sacó las postales y los libritos que había comprado en el Arqueológico. Llamaron al 092 y al poco fue a recogerlo un coche de la Policía Municipal que lo abandonó en un frenopático. Al firmar el registro de entrada, una burbuja de felicidad le estalló en el agujero del pecho donde antes tenía alojada la angustia, al advertir que además de emocionado y cojo también se había vuelto zürdo.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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