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Los 415 palestinos deportados por Israel se declaran dispuestos a "resistir o morir"

Los palestinos expulsados por Israel dijeron ayer que están dispuestos a "resistir o morir" en las heladas colinas del Libano del Sur hasta que se anulen las deportaciones. "No aceptaremos soluciones parciales. Nos moveremos de aquí sólo para regresar a nuestros hogares" declaró categóricamente el doctor Abdul Aziz al-Rantisi, portavoz de los 415 desterrados. Fue un mensaje dirigido al subsecretario de las Naciones Unidas, James Jonah, que llegó ayer a Jerusalén para tratar de hallar con el Gobierno israelí una solución a la crisis de los deportados.

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Esta solución parece sin embargo lejana. James Jonali fue recibido ayer por el primer ministro, Isaac Rabin, y el ministro de Asuntos Exteriores, Simón Peres. Pero sus gestiones no parecen haber surtido efecto. Sus dos interlocutores repitieron que la decisión de deportación es "irrevocable", y criticaron incluso al Consejo de Seguridad de la ONU, acusándole de haber tomado una decisión "unilateral", que no tiene en cuenta "los crímenes de Hamás" (la organización integrista a la que, según el Gobierno, pertenecen los expulsados palestinos).Peres dejo entrever, sin embargo, una posible vía de salida al sugerir que los deportados apelaran contra la decisión ante unas "comisiones de revisión militar" creadas especialmente con este objetivo. Ayer, el diario israelí Haaretz afirmaba que varias decenas de palestinos podrían conseguir de esta manera que su caso fuese revisado, ya que han sido expulsados sobre la base de un error de identificación. Las autoridades israelíes han concedido a los deportados un plazo de 60 días para este trámite, pero hasta ahora sólo uno de ellos ha elegido esta opción.

Ayuda humanitaria

Por lo que se refiere al suministro de ayuda humanitaria a los deportados por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Jonali, formuló en Jerusalén una solución alternativa: un convoy del CICR saldría de Líbano y entraría en la zona de seguridad controlada por el Ejército de Antoine Lahed, aliado de Israel, antes de seguir desde allí hasta el campamento de los palestinos expulsados.

Israel, al parecer, tampoco aceptó esta fórmula de consenso. El Gobierno hebreo desoyó así una petición del propio secretario de Estado norteamericano, Lawrence Eagleburger, que instó a Tel Aviv a que autorizara por razones humanitarias el paso de un convoy con víveres y medicamentos.

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La decisión de Israel de cerrar el paso al CICR, sin embargo, no suscita la unanimidad en el seno del Ejecutivo -que la aprobó sólo por ocho votos contra seis y dos abstenciones- Simón Peres, por su cargo más sensible a las repercusiones internacionales de la medida, considera que la negativa de su Gobierno constituye un error, ya que tendrá como consecuencia un aumento de las presiones internacionales a las que está sometido el Estado hebreo para que readmita a los 415 deportados.

Mientras la intransigencia sigue siendo la tónica del lado israelí, los palestinos atrapados en tierra de nadie en el Campo del Retorno se niegan por su parte a hacer concesiones. De momento, los dirigentes del campo están tratando de persuadir al Gobierno de Beirut para que permita la salida de varios heridos y de un enfermo hacia hospitales libaneses. Hasta anoche no había respuesta.

La carpa número 13

En la carpa número 13, a la vera del camino cubierto por la nieve, languidecen AmJad Zamel, de 22 años, y Zuheir Labbada, de 33. Ambos son de Nablus. Zamel fue herido en la mandíbula por una esquirla de mortero la semana pasada cuando la milicia aliada de Israel, el Ejército del Líbano del Sur, disparó sobre los deportados.

Labbada fue internado de emergencia en una clínica libanesa del valle de la Bekaa con una infección renal. Pero fue devuelto al Campo del Retorno por órdenes del propio Gobierno de Beirut.

Postrado en un colchón de latex, con el rostro pálido e hinchado, Zamel trataba de ingerir una sopa que le administraban dos de sus compañeros. Era un espectáculo penoso. "Apenas puede abrir la boca", dijo el doctor Omar Saleh Farwana, el médico jefe" de la clínica de campaña. "Lo que necesita es alimentación intravenosa, pero no tenemos nada parecido. Si no se le dan medicinas será imposible combatir la infección en la boca. Tiene la mandíbula fragmentada", añadió.

Labbada dormitaba y tiritaba en una esquina de la tienda donde funciona la única estufa a gas del campamento. "Nos quedan solo unas cuantas garrafas", explicó Farwana. "Todas están reservadas para la clínica".

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