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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El barroco francés

Kuijken QuartetObras de Rameau y Couperin. Auditorio Nacional. Madrid, 19 de diciembre.

La Fundación Caja de Madrid inauguró un nuevo ciclo, Liceo de Cámara, que se celebrará algunos sábados por la tarde en el Auditorio Nacional. No quisiera equivocarme, pero me parece un día poco apto para que los locales se llenen, y, de momento, el Kuijken Quartet, grupo de primerísima categoría en el campo de la música antigua, no llenó la sala pequeña. Quienes no fueron se- han perdido un muy bello programa con cinco conciertos de Jean Philippe Rameau y uno de François Couperin.Los intérpretes suponían la máxima garantía, pues se trataba de los hermanos Kuijken: Wieland (1938), Sigiswald (1944) y Barthold (1949), gambista, violinista y flautista, respectivamente, y del clavecinista Robert Kohnen (1932). La familia de músicos belgas y su permanente colaborador constituyen una suerte de núcleo del que se derivan muchas orientaciones en la interpretación de la música pretérita basadas en un historicismo que, antes de intentar el imposible viaje a un, pasado inaccesible, pretende partir de él, a través de rigurosos estudios e investigaciones, para poner al día, de una manera viva y no museal, unos legados tantas veces sujetos a deformación. Más o menos, éste es el punto de vista de Nikolaus Hamoncourt en sus diversas publicaciones (como títulos El diálogo musical, El discurso musicaí).

El caso de Rameau, y en general de los barrocos franceses, es bastante curioso en España. Durante nuestros estudios en el conservatorio se nos habla de Rameau y sus principios y prácticas de la armonía, pero rara vez se nos da ocasión de escuchar sus obras, en las que, como es lógico, cobran realidad esos pensamientos. Ya es digno de notar que cuando, en 1903, aparece en la Sociedad Filarmónica la denominada Agrupación de Instrumentos Antiguos de París, programen a Marais, Destouches o Monteclair y no a Rameau ni a Couperin, defecto que se prolonga a pesar de la reivindicación que de sus barrocos hicieran en Francia Debussy, Ravel o D'Indy, así como de la labor, discutible y hoy discutida, de Wanda Landowska.

Las denominadas Piezas de clavecín en concierto, de Rameau, datan de 1741 y reúnen, como sucede en los Conciertos reales, de Couperin, el gusto italiano y el francés, caso muy distinto al del teatro, pues Rameau se resistió con firmeza a la influencia de Italia para hacer una ópera francesa en su esencia y en sus formas.

El comienzo del nuevo ciclo tuvo todos los valores deseables de interés y belleza.

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