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Un día negro en Moscú

Borís Yeltsin parece en franca retirada frente a la vieja guardia, que domina el Congreso de los Diputados de Rusia. El hecho de que a pesar suyo haya nombrado primer ministro a Víktor Chernomirdin -lo que ha provocado la dimisión del principal impulsor de la reforma económica, Yegor Gaidar- parece un golpe fatal a su programa de reformas. Chernomirdin ( ... ) es un apparátchik arquetípico procedente del complejo militar-industrial. No podría haber condena más elocuente de su trayectoria que la amplia mayoría de votos que ha obtenido de un Congreso abrumadoramente conservador. En Londres, 15 de diciembre ese contexto, el discurso en la reunión de la CSCE del ministro de Exteriores ruso, Kozirev, uno de los principales aliados reformistas que le quedan a Yeltsin, parece un esfuerzo desesperado por suscitar en Occidente algún tipo de protesta. ( ... ) Pero Occidente sólo puede ayudar a Rusia si ésta posee un liderazgo fiable con una estrategia creíble de reformas. Si se priva a Yeltsin de su autoridad, es probable que Occidente se lave las manos. ( ... )Sin embargo, aunque Yeltsin atraviese un mal momento, no está ni mucho menos acabado. Sabe que el Congreso no representa al pueblo. Es cierto que esas fuerzas reaccionarias han lentificado o saboteado sus reformas y han contribuido a socavar su popularidad. Pero si sus representantes comparten el poder, también compartirán la culpa de las continuas desgracias económicas del país.

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