La hora del desamor
Pujol y Roca, la última pareja de la transición, viven un preludio de divorcio
Convergència Democrática (CDC) se está jugando estos días buena parte de su futuro como partido central de la política catalana y de sus opciones a colaborar en la gobernabilidad de España. El presidente de la Generalitat y del partido, Jordi Pujol, y el ex secretario general, Miquel Roca, mantienen la última fase de un pulso, larvado durante años. La pareja política incólume desde los inicios de la transición amenaza con un sonado divorcio equiparable al que ya vivieron Adolfo Suárez y Fernando Abril, Xavier Arzalluz y Carlos Garaicoechea o Felipe González y Alfonso Guerra.
¿Qué esta pasando en Convergéncia? En síntesis, lo que sucede es que Pujol ha decidido apartar a Roca del lugar de privilegio que ha ocupado durante años Para ello ha aprovechado su abandono de la secretaría general, acción con la que pretendía forzar a una redefinición al alza de su papel. Pese a los mensajes conciliadores que el presidente de la Generalitat se ha visito obligado a lanzar en las últimas semanas, fruto de la presión de buena parte del partido, los colaboradores del presidente admiten que éste ya trabaja con la idea de que la era Roca ha terminado.El eterno número dos ha hecho saber que no está dispuesto a seguir así, que quiere una redefinición de poderes hoy y una perspectiva clara para el futuro Por contra, el número uno ha respondido que él sigue dispuesto a tener todas las claves de la dirección del Gobierno y del partido, y, además, que su sucesión no está abierta.
Lo político y lo personal
Además de comprensibles ambiciones personales, ¿qué separa a ambos? En realidad, el foso lo han cavado tres tipos de problemas: los políticos, los personales y los familiares.Las diferencias políticas entre Pujol y Roca vienen de lejos y no han hecho otra cosa que crecer con el tiempo. Ambos hablan lenguajes diferentes, persiguen objetivos dispares y proyectan el mensaje nacionalista con dos horizontes distintos. Discrepan sobre el grado de compromiso en la política española, en la colaboración con los socialistas hoy, en la concepción del partido, en el papel de cada uno en CDC, en la fiscalización de la política del Gobierno catalán y en las relaciones con el socio democristiano, Unió Democrática.
Pujol hace gala de que para él lo único importante es Cataluña, mientras que su segundo replica que no es bueno el aislamiento de Cataluña y que desde siempre el nacionalismo ha estado dispuesto a colaborar en la gobernabilidad de España. Roquistas y pujolistas, las dos familias que toman cuerpo estos días en un partido que parecía monolítico, podrían definirse también como pragmáticos y fundamentalistas. Muchos de ellos son protagonistas involuntarios de un debate en el que entra desde el papel del catalanismo en la gobernabilidad de España hasta la misma concepción de lo que debe ser CDC: un partido normal o un, movimiento nacionalista.
La crisis es también personal: los problemas de confianza que no son nuevos y han existido siempre incluso cuando se fundó CDC en 1974. Pujol no se fía de su número dos, condición que no sólo soporta Roca. Pero lo cierto es que el portavoz del grupo Catalán en el Congreso se ha sentido cada vez más desautorizado en su labor en Madrid.
El presidente catalán opina que los pasos que da su hombre en Madrid se hacen en muchas ocasiones sin contar con él y le molesta especialmente el fluido diálogo que tiene Roca con el Gobierno, básicamente con Felipe González y Narcís Serra.
La tercera cuestión es la más dificil de interpretar para quienes son ajenos al mundo de Convergència. El presidente está convencido de que existe una campaña contra su entorno familiar, formado principalmente por su esposa Marta Ferrusola; su hijo mayor, Jordi; su primo, Joaquim. -secretario general de la Presidencia- el consejero de la Generalitat Antoni Subirá y un amplio elenco de íntimos, muchos de ellos en altos cargos de la Administración. Pujol hace responsable a Roca de esa supuesta campaña de desprestigio en la que se le presenta, por ejemplo, como un político maniatado por las opiniones mucho más radicales de su esposa.
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