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Los seguidores de Yeltsin amenazan al Parlamento rebelde con un referéndum

Pilar Bonet

El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, lanzó ayer todo el peso de su autoridad e influencia ante el díscolo Congreso para tratar de evitar que el superparlamento apruebe las enmiendas constitucionales que subordinan el Gobierno al legislativo y que se someten hoy al voto secreto de los diputados en el Kremlin. Los seguidores del presidente han esgrimido el arma del referéndum para superar esta situación.

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"La aprobación de esas enmiendas significaría un giro de 180 grados y un retroceso en la construcción del Estado, ruso", dijo Yeltsin, que añadió que el destino de la reforma se vería también cuestionado por tal decisión.Para entrar en vigor, las enmiendas necesitan un total de 695 votos, es decir dos tercios de los 1.041 diputados en activo. En un clima de gran tensión, Yeltsin manifestó que las enmiendas significan la aparición de un Gobierno débil, al margen de quien lo dirija y quien lo componga. Un Gobierno "atado de pies y manos", sin "independencia" y sin "responsabilidad". Las enmiendas debilitarían también, según el presidente, a toda la estructura de poder en Rusia.

El presidente instó al Congreso a "no engañarse", ya que, si se aprueban las enmiendas, "el Sóviet Supremo, de acuerdo con la Constitución, se convertiría, de hecho, en el único representante del poder en Rusia con todas las consecuencias". Yeltsin, no obstante, apuntó a la posibilidad de compromiso, al señalar que no estaba en contra de que el Sóviet Supremo confirme en sus puestos a los titulares de algunas carteras ministeriales claves.

Las enmiendas constitucionales son hoy el centro de la lucha por el poder entre Yeltsin y Ruslán Jasbulátov, el jefe del Sóviet Supremo, que ha transgredido todos los acuerdos concertados con el presidente, según dijo ayer el secretario de prensa de Yeltsin, Viacheslav Kóstlkov.

En el caso de que las enmiendas fueran aprobadas, Yeltsin puede tomar la decisión de dirigirse al pueblo y convocar un referéndum, señaló Kóstikov. Esta idea era ayer apoyada por miembros de la Coalición por la Reforma, dispuestos a iniciar inmediatamente la recogida de: firmas.

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La legislación rusa no concede al presidente la posibilidad de: convocar directamente el plebiscito, que necesita de un millón de firmas o de una decisión del. Congreso. En las condiciones actuales, el referéndum podría suponer una salida constitucional de la crisis sin tener que convocar unas elecciones que estarían dominadas por la abstención y por la ventaja de los grupos conservadores antirreformistas, según los analistas políticos.

El presidente de Rusia, que perdió sus poderes extraordinarios el pasado día 1 de diciembre, tampoco está autorizado por la Constitución para disolver el Congreso o el Sóviet Supremo. Si Yeltsin se atreviera a dar un paso semejante -seriamente considerado en su entorno-, se situaría al margen de la ley. Medios gubernamentales temen, sobre todo, que la decisión autoritaria de implantar la "dirección presidencial" tenga como consecuencia la aceleración de las tendencias centrífugas en las repúblicas y regiones de Rusia.

El Congreso aprobó ayer, por 668 votos a favor y 210 en contra, una resolución que califica de insatisfactorios el curso de la reforma y las labores del Gobierno. En otra votación reveladora del estado de ánimo entre los diputados, el Congreso rechazó debatir la candidatura del jefe del Gobierno antes de pronunciarse sobre el futuro de las enmiendas a la Constitución. Cualquiera que sea el destino de las enmiendas, el espectáculo que se desarrolla en el Kremlin estos días revela la grave fragilidad del sistema político postcomunista en Rusia.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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