Al sur del paralelo 32
Sadam Husein sigue sin poder aplastar la rebelión de los árabes de los pantanos
En Alí al Garbi, a unos 240 kilómetros al sur de Bagdad, empieza otro mundo: el paralelo 32. Su frontera sólo es real para los aviones y helicópteros de Sadam Husein, que no pueden penetrar, a riesgo de ser derribados, en la zona de exclusión aérea decretada este vera no por Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. Por tierra, el movimiento de tropas, carros de combate y anfibios es constante a lo largo de la peligrosa carretera que une Amara con Basora, ambas dentro del paralelo. Es donde habitan los árabes de los pantanos cuya rebelión, pese a todo, no ha sido aplastada.
El laberinto de 10.000 kilómetros cuadrados de aguas pantanosas que se extiende en el triángulo formado por las ciudades iraquíes de Amara, Basora y Nasiriya está cerrado a la curiosidad internacional. El régimen de Sadam Husein no quiere testigos. Ni las Naciones Unidas ni la Cruz Roja ni la prensa extranjera tienen posibilidad de visitarlas libremente. Cualquier petición choca con la misma respuesta oficial: "Ya organizamos dos tours para periodistas extranjeros hace unos meses, y ahora no tenemos previsto ninguno". Una delegación de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, presidida por el ex ministro holandés de Exteriores Max van der Stoel, visitó en agosto determinadas áreas de los. pantanos. En su informe para el Consejo de Seguridad aseguró que algunas tribus le habían advertido que los soldados acababan de abandonar el lugar poco antes de su llegada, por lo que estaba seguro de que éstos habían regresado después.Amara, situada a 400 kilómetros al sur de Bagdad, es considerada la capital de los pantanos centrales, que junto a los que se extienden al este del Tigris y al norte y sur de Basora son los más importantes y en los que la actividad rebelde es mayor.
El número de controles policiales y militares en los 180 kilómetros que separan Amara de Basora supera la veintena. Algunos están protegidos por tanquetas, jeeps de pintura civil tocados con la chapa de General Motors y ametralladoras calzadas de forma artesanal, y, sobre todo, por numerosos soldados de boina roja, los de la temible Policía Militar. A ambos lados de la carretera, una doble vía inundada de animales atropellados, los cuarteles y campamentos se suceden salteados por minúsculos poblados de adobe cuyos paupérrimos habitantes se dedican a la ganadería. Todos los cuarteles parecen exageradamente protegidos para unos supuestos tiempos de paz: carros de combate en posición de disparo, aunque con el guante puesto en la cañonera, y nidos de ametralladoras apuntando a los cuatro puntos cardinales, como si el peligro no tuviese una sola dirección. La actitud de los hombres que empuñan las armas al sur de Amara es de gran tensión. En Kuk, 80 kilómetros al norte de Amara, ya fuera del paralelo 32, es diferente; allí apenas se ven armas y el ambiente es casi de reclutas, no de combate.
Ningún taxista aceptaría hacer el recorrido a Basora de noche "ni por todos los dólares del mundo", dice uno de los que se encuentran a las puertas del hotel Al Rachid, en Bagdad. "Es muy peligroso", asegura otro en un inglés telegráfico. El doctor Mursi, un italiano que dirigía hasta esta semana los trabajos de la Unicef en Irak, cree que es un lugar difícil, y se queja amargamente del robo a punta de pistola de uno de los vehículos de la Unicef cerca de Amara, hace 10 días. "Si han sido los rebeldes", dice, "habrá que pensar que el Gobierno tiene razón".
Movimiento de tropas
Desde la misma carretera se distingue de día, y sin esfuerzo, la presencia de lanchas anfibias en el interior de algunos cuarteles como las que se utilizarían en una operación militar dentro de los pantanos. El movimiento de tropas y la prohibición de entrada en los pantanos demuestran, según algunas fuentes extranjeras de Bagdad, la persistencia de importantes focos rebeldes después de los grandes bombardeos de julio y agosto, antes de la imposición de la zona de exclusión aérea. Para otros, es un intento de Sadam por tratar de mantener el control político, administrativo y militar al sur del paralelo 32, pues si lo perdiese como ha ocurrido al norte del 36, en el Kurdistán, su reino quedaría prácticamente reducido a Bagdad.
La oposición exterior a Sadam, que ha llegado a formar un Gobierno provisional en el norte de Irak -en la zona del paralelo 36 bajo la protección de la ONU-, acusa al régimen de genocidio, al forzar la evacuación de miles de árabes de los pantanos, como ya hiciera en 1980 con los kurdos. El tercer río, un faraónico proyecto de los años cincuenta rescatado por Sadam Husein, es, según estos mismos opositores, un arma para desecar la mayor parte de los pantanos y liquidar la rebelión. El Gobierno rechaza la versión y asegura que el tercer río, que se inaugurará en pocos días, servirá para desalinizar tierras que ahora son inservibles para la agricultura y que su impacto en los pantanos será muy limitado. Sin embargo, el informe de la ONU, elaborado en agosto por el holandés Max van der Stoel, no coincide con esta explicación oficial.
Los pantanos siempre han sido un foco de disidencia. Actualmente están habitados por tribus de origen árabe, gobernadas por un jeque y regidas por un estricto código beduino, el único que les permite resistir la dureza de la vida en el agua. Desde la emancipación de Irak del mandato británico, en 1935, el asunto de las tribus está sin resolver. Ningún Gobierno lo ha logrado, y el de Sadam no es, precisamente, una excepción. Los actuales árabes de los pantanos viven exactamente igual que los primeros habitantes, tres mil años antes de Cristo. En la guerra entre Irán e Irak, de 1980 a 1988, sus aguas sirvieron de refugio para desertores y bandidos.
Después de la guerra del Golfo y la posterior rebelión shií -que durante dos semanas controló importantes ciudades del sur de Irak, como Basora, Amara Nasiriya, Karbala-, los pantanos se han transformado, junto al norte controlado por los kurdos, en el principal centro de la rebelión armada contra Sadam Husein. El Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak (SCIRI), cuyo líder, Baer al Hakim, vive en Irán, es el grupo mejor organizado. Muchos de sus hombres entran en Irak de noche. Llegan a través del Shat el Arab hasta Abadan, en los pantanos al sur de Basora. Otros como los madan, los más pobres e indómitos, viven en ellos de forma permanente. Ninguno parece dispuesto a rendirse.
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