La pervivencia bolera

Con sentido de la oportunidad se ha presentado ayer al público de Madrid una interesante velada sobre la escuela bolera en el ballet y sus ramificaciones hasta nuestros días, en el marco de un encuentro internacional dedicado al tema para profesionales del baile, investigadores y curiosos.Unitario y coherente, el programa no cayó nunca en la monotonía. Al contrario, pocas veces un espectáculo monográfico resulta tan variado y lleno de contrastes, capaz de satisfacer por igual a los que vibran con las piruetas que a los sensibles a la armonía de los conjuntos, a los que bucean en las sendas de lo popular a los adictos al ballet clásico.

Tres grandes bloques conformarían, en líneas generales, el bien construido recorrido por esta disciplina. Lo más arqueológico estuvo llevado de la mano de los Pericet (Ángel, Carmelita, Eloy y María del Amparo), con coreografías tradicionales del siglo XIX como La maja y el torero, Panaderos de la Flamenca o Sevillanas boleras.

En ellas priman valores como el garbo o la reconstrucción fiel, dentro de un lindo vestuario en tonos tendiendo al azul con bellos adornos.

La orquesta interpretó varias boleras en los comienzos de los actos, antes de los números de baile, y Margaret Barbieri ofreció una sutil versión de La Cachucha.

Un segundo bloque estuvo formado por grandes dúos clásicos a la medida de los divos. Fueron Arantxa Argüelles y Peter Schaufuss en Don Quijote o Toreador, o los cubanos Rosario Suárez y Lienz Chiang en Paquita, los que encendieron los entusiasmos de los admiradores de la perfección en las ejecuciones de los pasos o movimientos.

Pero si interesantes fueron los diferentes números vinculados al siglo XIX, no se quedaron atrás las dos muestras del siglo XX, herederas en lo esencial de una experiencia bien asimilada. Aida Gómez y José Antonio bailaron estupendamente Puerta de tierra (1960), con atrayente coreografía de Antonio Ruiz Soler (charlatán infatigable mientras estuvo en un palco) y música de Albéniz.

Gran momento

En cuanto a Danza y tronío (1985) sirvió una vez más para comprobar la extraordinaria coreografía diseñada por Mariemma y el gran momento del Ballet Nacional de España.Con músicas de Boccherini, Padre Soler y Antón García Abril, se ha convertido ya en un clásico del baile español por sus ritmos, combinaciones, impulso vital y vibración. Fue un idóneo final para percibir que muchos rasgos de la escuela bolera aún permanecen vivos.

El éxito fue enorme entre el público y con toda justicia. Espectáculos como este desbordan los límites de los aficionados al ballet y son de sumo interés para toda la sociedad.