González desaconseja el contraataque
ENVIADO ESPECIAL El jefe del Gobierno, Felipe González, defendió ayer ante la prensa el papel del presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, en la negociación del GATT, pero se pronunció en contra de que la CE tome represalias contra Estados Unidos, que ha amenazado con imponer sanciones Comerciales a los Doce a partir del 5 de diciembre. En una entrevista ulterior con su homólogo holandés, Ruud Lubbers, opinó además que el cambio de Administración en Washington complica la negociación con los Doce, a menos que se logre un acuerdo entre el presidente saliente, George Bush, y el entrante, Bill Clinton, según indicaron fuentes gubernamentales.
"No me parecen excesivamente justificadas", afirmó el presidente español a propósito de las críticas formuladas en algunas capitales comunitarias contra Delors por asumir supuestamente los intereses de Francia ante EE UU. "Hay que hacer ahora un esfuerzo de negociación", prosiguió, "y nosotros no debemos tener una reacción que suene a sanciones comerciales o retorsión". "Hemos hecho un gran esfuerzo y hay (que pedir a Estados Unidos que lo haga también".
González hizo estas declaraciones en La Haya, donde asiste al primer congreso del Partido Socialista Europeo. Sus comentarios de ayer son algo menos solidarios con Francia -el país más reacio a hacer concesiones a EE UU- que los que hizo la semana pasada en París tras un almuerzo con el presidente François Mitterrand. Entonces resaltó que Francia no estaba sola y aseguró que "bajo el paraguas francés" se escondían varios Estados de la Comunidad Europea.
Anoche Mitterrand tampoco se mordió la lengua al hablar de las presiones norteamericanas para "aislar a Francia de sus amigos europeos" e "imponer sus exigencias agrícolas" en las negociaciones del GATT, según informa Javier Valenzuela. "El necesario acuerdo comercial mundial no puede hacerse al precio de que los norteamericanos impongan sus criterios sin hacer por su parte suficiente concesiones", dijo en una entrevista televisada. Según Mitterrand, lo que está en juego es "saber si la Comunidad Europea está o no dispuesta a defender sus intereses".
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