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LA BATALLA POR LA CASA BLANCA

De la letra impresa al 'talk show'

La televisión gana la batalla a la prensa escrita

"La tiene pequeña, pero es muy afectivo. En la cama, le doy nueve sobre 10", dice Gennifer Flowers, la presunta ex amante de Bill Clinton en un reportaje de Penthouse. Una vez más, la prensa de calidad, como el The New York Times o The Washington Post, no ha prestado atención, como en enero, cuando el tabloide Star publicó la historia por primera vez. El hecho de que el caso Flowers haya sido uno de los grandes temas de la campaña se debe a que la televisión se subió al carro sensacionalista.

El candidato demócrata, Bill Clinton, fue centro del interés de los medios de comunicación en la primera parte de la campaña, cuando explotaron sin piedad sus puntos débiles, como el caso Flowers. Pese a ello, George Bush está convencido de que la culpa de sus males la tienen los "malditos" medios de comunicación y sus sondeos de opinión. "Fastidie a la prensa, reelija a Bush", ha sido el gran eslogan del presidente en los últimos días.Los cambios de opinión de los medios de comunicación en esta campaña son obvios, como lo han sido los de los llamados, no sin cierta sorna, pundits (expertos) comprometidos hasta las cejas en la elección de George Bush, en 1988. El vals de los medios ha seguido el ritmo de los sondeos. "No crean a esos locos sondeos", ha remachado Bush hasta hace una semana, cuando comenzó a recuperarse.

El caso más paradigmático ha sido quizá el de la revista Time. El 20 de abril de 1992, la portada de Clinton, en negativo, llevaba el título "Por qué los norteamericanos no tienen confianza en Clinton". El 20 de julio, con Clinton en cabeza de todos los sondeos, Time le dedicó una nueva portada. Esta vez era muy distinta: "El desafío de una nueva generación".

Bush decidió utilizar en los últimos días de la campaña la primera portada. Aunque Time denunció la iniciativa con acciones legales, Bush siguió adelante: la primera portada ha sido uno de los grandes anuncios de estos días en un anuncio de televisión.

En cuanto a los pundits, las tensiones han sido fuertes. George Will, una de las plumas conservadoras más cotizadas de Washington, tampoco defiende a capa y espada la reelección de Bush. Una razón para votar por Clinton, escribió Will, es que "Estados Unidos no necesita todo el gobierno [por aparato estatal] que ya tiene, y, ciertamente, no necesita el gobierno adicional que promete Clinton. Pero la nación necesita algo de gobierno". Will, en secreto, ayudó a Ronald Reagan a preparar su debate televisivo con Jimmy Carter en 1980. Al escribir un análisis de la pelea, el columnista calificó a Reagan como primera clase. Otras plumas, como la de William Safire, republicano convicto y confeso, tampoco saben qué hacer mañana.

Sube la televisión

El peso específico de la prensa escrita ha disminuido aún más en la campaña del 92 en favor de la televisión, especialmente los llamados talk show. Son programas que se hacen con asistencia de un pequeño público: suelen invitar a periodistas y, cada vez más, a grandes personajes. Los hombres de prensa, que ponen el brillo intelectual en el contexto popular de los programas, siempre se quejan de que los candidatos no quieren el cara a cara con ellos en programas sin público."Los candidatos no van a sus programas porque los periodistas sólo se interesan por cosas triviales. Si Bush tuvo de verdad una amante o si Clinton viajó a Moscú en secreto. No les interesan los problemas que afectan a la gente, como la educación o la salud", dijo un joven de Nueva Jersey que llamó al talk show de Phil Donahue, uno de los de mayor éxito, al escuchar la queja.

Si los talk show ganan cada vez más terreno, los otros grandes fenómenos de 1992 han sido la extraordinaria audiencia de los debates televisivos que mantuvieron los tres candidatos (87 millones de personas siguieron el tercer debate, unos siete millones más que en 1980), y los infomerciales de Ross Perot, anuncios en los que se ha gastado, sólo en la última semana, 35 millones de dólares (más de 3.500 millones de pesetas).

La cobertura, a diferencia de 1988 o quizá en parte por ello, no ha sido ni partidista. Aunque en muchos grandes temas y titulares se olfatean las fuentes sin dificultad, programas como el de Donahue (al que Bush juró no acudir, para dar marcha atrás y presentarse después) o el de MTV, canal musical de cable para jóvenes que ha apoyado a Clinton, han contribuido a dar una gran espontaneidad. Programas como Prime time, de Sam Donaldson, han demostrado la valentía de los candidatos al enfrentarse a preguntas agresivas del periodista para terminar confesando, prácticamente, que no estaban en condiciones de seguir en determinados temas (salud, impuestos, déficit), simplemente por no conocer cifras que de forma habitual se les preparan en sus gabinetes. Aunque no sea la regla general, la televisión ha demostrado en esta campaña que su actividad no tiene por qué estar reñida. con lo mejor del periodismo clásico.

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