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El invento más viejo del mundo

Una exposición reúne en Barcelona antecedentes remotos de los modernos anticonceptivos

Milagros Pérez Oliva

Sexualidad y reproducción han ido de la mano hasta hace unas décadas, pero la batalla por separarlas se remonta a los orígenes de la civilización. El hotel Juan Carlos I de Barcelona reunió la semana pasada a varios cientos de ginecólogos de todo el mundo para estudiar los últimos avances en contracepción, pero la sorpresa del congreso no fueron ni la vacuna antiembarazo ni los nuevos dispositivos intrauterinos que liberan hormonas anticonceptivas. La sorpresa fue comprobar que, después de todo, lo único que hace la ciencia moderna es perfeccionar lo que ya inventaron y utilizaron los egipcios o los indios, el conquistador Casanova o los médicos árabes.

Los objetos reunidos en Barcelona proceden del Museo de la Historia de la Contracepción, abierto en Toronto (Canadá) en 1966 por Ortho Pharmaceutical, que por primera vez han viajado a Europa. El papiro de Kahum revela, por ejemplo, que 1850 años antes de Cristo los egipcios ya practicaban la irrigación vaginal con una mezcla de miel y carbonato de sodio (natron) como anticonceptivo. La miel actuaba como barrera y el natron como espermicida, con lo que el resultado era bastante aceptable.Menos seguro, higiénicamente, era el estiércol de cocodrilo, que utilizaban los egipcios como pesarlo a introducir en la vagina, pero su eficacia debía ser considerable, a juzgar por la pervivencia de este método: todavía en el siglo IX, el médico y filósofo árabe Al-Razi describe en uno de sus tratados el uso de estiércol, en este caso de elefante, mezclado con miel para evitar embarazos.

El primer tampón anticonceptivo del que se tienen noticias es el descrito en el Papiro de Ebers, datado en el 1550 antes de Cristo, que servía "para lograr que una mujer cesara de concebir por uno, dos o tres años". El secreto poder de este tampón no era otro que la mezcla de un extracto de acacia, polvo de dátiles, semilla de sándalo y miel que, depositada en la vagina, provocaba la fermentación de la acacia y la liberación de ácido láctico en el que morían los espermatozoides.

Esponjas con limón

Pronto estuvo claro, sin embargo, que el uso de estos arcaicos espermicidas -ácidos de distinto origen- era más eficaz, si se combinaba con métodos de barrera, y así es como la sexualidad floreció en el siglo XIV en la ciudad de Constantinopla gracias a las esponjas marinas. Las mujeres se las introducían en la vagina humedecidas con jugo de limón diluido. El esperma se perdía en los sutiles laberintos de la esponja y si algún espermatozoide penetraba en el útero, el ácido cítrico sentenciaba su suerte. Las esponjas siguen utilizándose todavía hoy, impregnadas de vinagre.La estrella de la contracepción ha sido, sin embargo, el preservativo: además de evitar el embarazo, evita el contagio de las infecciones. Descubierta la penicilina, el preservativo entró en decadencia bajo el reinado de los antibióticos, pero tuvo épocas de gran esplendor y era ya de uso corriente antes de la Revolución Francesa.

En realidad, su primer uso no fue anticonceptivo sino anticontagioso. Se sabe, por ejemplo, que los egipcios usaban ya una funda hecha con membranas de animales para evitar el contagio de enfermedades venéreas y que el anatomista italiano Fallopius inventó en 1504 una funda de lino para prevenir la propagación de la sífilis.

Los primeros condones eran de intestino de oveja y el museo de Toronto exhibe un magnífico ejemplar de condón intestinal adornado con un grabado que muestra, en una escena absolutamente pornográfica entonces y ahora, cómo un grupo de señores prueba el artilugio. La palabra condón, sin embargo, se acuñó más tarde, en el siglo XVIII, después de que el doctor Condom diseñara para el rey Carlos II de Inglaterra un capuchón especial -protector de penes, en el argot de la época- que debió parecer excelente al monarca, a juzgar por la rapidez con que fue adoptado por su corte.

En 1880 la vulcanización de la goma supuso la revolución de los condones porque permitió fabricar un modelo mucho más resistente y seguro. Cincuenta años más tarde, el látex permitió que los usuarios del preservativo recuperasen una parte de la sensibilidad hasta entonces perdida en las espesuras de la goma. El moderno diafragma de goma, que se coloca a modo de barrera en la vagina, también tiene sus precedentes, algunos de ellos terribles. Los capuchones cervicales eran una especie de dedal, primero de plata y latón y después de plástico, que se colocaba en la entrada del cuello uterino para impedir el paso al esperma. Las damas adineradas lo tenían de plata y lo pasaban a sus hijas cuando llegaban a la menopausia.

El método de Casanova

Pero los capuchones tenían el inconveniente, si la relación era agitada, de salirse de su sitio, de modo que alguien inventó el terrorífico Pesario de Bloque, un enorme dado de madera al que se habían vaciado todas sus caras para conseguir una oquedad en forma de embudo, de tal manera que si el dado se movía, siempre quedaba el cérvix protegido por una de sus superficies cóncavas. El artilugio tuvo un uso más mortificante que placentero, por lo que terminó siendo clasificado como instrumento de tortura.El aventurero veneciano Juan Jacobo Casanova (1725-1798) no hubiera tenido tanto éxito si sólo hubiera tenido a mano el fatídico pesario. Pero él usaba -y recomendaba- su propio método anticonceptivo: medio limón vaciado de la pulpa e impregnado con el propio jugo, cuanto más ácido mejor.

La primera ducha vaginal descrita es la diseñada por Charles Knolwton en 1832. Este médico británico irrigaba a vagina con alumbre (sulfato doble de alumina y potasa), sulfato de zinc, vinagre y cloruro sódico. Las duchas tuvieron gran apogeo, con distintas fórmulas, en el siglo XIX y principios del XX y las peras vaginales llegaron a ser tan populares como los orinales.

En los felices años veinte se diseñaron los primeros diafragmas con material de neopreno y los primeros dispositivos intrauterinos (DIU), que primero eran sólo de plástico y luego incorporaron porciones de cobre al descubrirse que los iones cúpricos inactivaban los espermatozoides. Tampoco los DIU, que adoptaron las más variadas formas, eran nuevos: la literatura árabe refiere que en la Edad Media se insertaban guijarros pulidos en el útero de las camellas para evitar que quedaran embarazadas en las travesías del desierto.

En los años sesenta llegó la píldora, pero ni siquiera este avance es completamente nuevo. Para evitar los embarazos, las mujeres indias de New Brunswic ingerían una porción formada por extractos de testículo arrancado de castores vivos, impregnados de una solución alcohólica. Ellas no lo sabían, pero la pócima mágica no era otra cosa que un excipiente con una alta concentración de hormonas masculinas.

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