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La visita de la reina de Inglaterra a Dresde concluye con el lanzamiento de dos huevos y mucha frialdad

La polémica visita de la reina Isabel II de Inglaterra a Dresde, que debía servir de bálsamo para las últimamente deterioradas relaciones germano-británicas, se saldó con el lanzamiento de dos huevos, que no alcanzaron a la soberana, y mucha frialdad. Tan sólo una hora permaneció la reina británica en la capital sajona, donde las heridas físicas de la II Guerra Mundial aún no han cicatrizado. La comitiva se trasladó después a Leipzig, donde el ambiente mejoró considerablemente y permitió incluso un largo paseo de la reina por el centro, tras una ceremonia en la Nikolauskirche.

Isabel II, para decepción de sus habitantes, limitó al máximo su paso por Dresde, ciudad que por su belleza antes de la guerra era conocida como la Florencia del Elba. La ciudad fue arrasa da en una operación de bombardeo alfombra dirigida por el mariscal del Aire británico Arthur Harris los 13 y 14 de febrero de 1945, que se saldó con la muerte de unas 40.000 personas. Al descender del automóvil que la llevaba del aeropuerto a la Kreuzkirche, una de las tantas iglesias que fueron destruidas por el bombardeo de entre la multitud volaron dos huevos que fueron a estrellarse no muy lejos de la soberana, junto al coche oficial.Una pancarta en inglés recordaba la fecha del bombardeo y otra rezaba: "Fuera e monumento a Bomber Harris" Hace tres meses se inauguró en Londres un monumento a este controvertido militar con la presencia de la reina madre. Su anuncio despertó una gran indignación en Alemania, especialmente en Colonia y Dresde, dos de las ciudades más salvajemente destruidas por la técnica del bombardeo alfombra, lo que no impidió la presencia de un miembro de la familia real británica en la ceremonia de inauguración.

En el acto que tuvo lugar en el interior de la Kreuzkirche intervinieron el obispo de Dresde y el de Coventry, la ciudad inglesa que fue destruida por la aviación alemana en 1942, así como el príncipe Felipe y el presidente alemán, Richard von Weizsäcker. Isabel II no pronunció ni una palabra.

Acabada la misa ecuménica, ya que se trataba de la Iglesia de Inglaterra y de la Iglesia protestante, esperaban en la gran plaza unas 3.000 personas, en su mayoría silenciosas. Unos cuantos, enarbolando banderas británicas, aplaudían; otros pocos, escondidos entre la multitud, silbaban desaforadamente "Considero el monumento a Harris como una afrenta personal a la memoria de las víctimas del bombardeo", decía un hombre de edad a, todo el que quería escucharle. Otro cartel igualmente en inglés, especificaba: "Nunca olvidaremos".

De paso hacia la estación donde debía tomar el tren hacia Leipzig, la soberana británica no se detuvo frente a las ruinas de la Frauenkirche, la más impresionante de las iglesias barrocas de Dresde, que ahora no es más que un gigantesco montón de cascotes, y que la ciudad ha decidido, cueste lo que cueste, reconstruir. Esto, para los sajones, constituyó una nueva afrenta.

Palacios en ruinas

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Junto a las ruinas de la Frauenkirche se encuentran, también semidestruidos, la mayoría de los palacios barrocos de la ciudad, que ahora están empezando a ser restaurados.

Ya en Leipzig, que no fue tan maltratada durante la guerra, el ambiente mejoró ostensiblemente. En su discurso en el viejo Ayuntamiento, la soberana británica obvió cualquier referencia a los asuntos conflictivos. Se refirió a las manifestaciones que tuvieron lugar en esta ciudad en el otoño de 1989 y que propiciaron la caída del régimen comunista.

Isabel II no pudo evitar referirse a su propio pasado germánico, como miembro de la casa de Hannover. "Mi propia familia tiene muchas raíces en esta parte de Europa. Mi tatarabuelo, el príncipe Alberto [marido de la reina Victoria], era descendiente de la familia real de Sajonia y pasé una gran parte de su vida en Turingia", comentó la soberana británica.

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