Werner Hofmann afirma que en el arte se han acabado las etiquetas
El historiador publica en España 'Fundamentos del arte moderno'
Como historiador del arte y museólogo, Werner Hofmann huye de todo lo que suene a vulgarización y facilidad. Su libro Fundamentos del arte moderno (Península) acaba de aparecer en España, y en el Museo del Prado cuelga una sobresaliente exposición por él montada, la de Caspar David Friedrich. Hofmann considera que en el arte actual hay "individuos, no etiquetas". Frente a la repetición de imágenes electrónicas y frente a los artistas que confían en la suerte para hallar lo difícil por casualidad, Hofmann propone al artista comprometido con la espiritualidad, el retiro y la reflexión intelectual.
Términos como arte moderno han perdido su liderazgo. Desgraciadamente, hay que seguir trabajando con ellos, pero una palabra como romanticismo significa algo muy diferente para un español, un francés o un alemán. "Así que pienso que uno tiene que olvidarse de todos los ismos y de todas estas etiquetas y categorías y considerar a los individuos, sus energías, sus impactos, sus estrategias artísticas", dice Hofmann. "Todos los hombres como Friedrich no eran ni son inocentes. Era un hombre que sabía cómo trabajar con su estrategia de simplicidad. Si juzgamos a los individuos en su justo término, Goya, Blake, Friedrich, o Rothko, Tàpies, Warhol... nos encontramos con individuos, no con etiquetas". Y Hofmann volverá a citar a Tápies como una de las personalidades más fuertes del arte actual.En su opinión, los surrealistas fueron el último movimiento con un mundo intelectual propio muy poderoso, no sólo sobre la pintura sino también sobre la filosofía, la psicología o la literatura. "Eran gente que conocía la manera de hilar el pasado con el presente. Y hoy diría que el nivel intelectual de la pintura es muchas veces bastante pobre".
Hofmann explica que los grupos existirán siempre pero que ahora son creados por los marchantes o los museos, interesados en la promoción. "Pero entre los artistas la tendencia de ir juntos no es tan fuerte, porque ya no es necesario un frente común para combatir a la opinión pública, que es tan impresionable y se convence tan rápidamente".
El arte actual se enfrenta a un mundo de vulgarización visual en el que se resuelve lo difícil por casualidad. "Ayer vi lo siguiente en televisión", cuenta Hofmann: "Tomas la cabeza de la Virgen en La piedad de Miguel Ángel y en cuestión de segundos se transforma en la Monna Lisa. Y en este mundo de facilidad y búsqueda casual los artistas tienen que armarse con la reflexión intelectual. Y cuanto más rápido vayan los medios electrónicos, con todas sus, trampas mágicas de transformación permanente; cuanto más fáciles sean las imágenes y sus metamorfosis, los artistas deberán incrementar la búsqueda de un mundo propio, ajeno a esos juegos de cambio vertiginoso. Una especie de lugar ascético en el que sólo cabe el rechazo a esa rapidez".
En el mundo de la sobreabundancia de imágenes, la tarea de los críticos es más difícil, a lo que se une el hecho de que "ahora todo es inmediatamente aceptado y valorado", dice Hofmarin. "Hacer un juicio de valor es cada vez más complicado", añade. "Pero uno de mis credos es que resulta más fácil decir que una pintura es buena que decir lo que la hace mala, o mediocre, o kitch. Nuestra obligación con el público es activar la respuesta individual, guiarla pero no determinarla, creando una especie de apertura mental y visual a partir de la cual el observador pueda trabajar".
Según Hofmann, "el arte es un diálogo y nuestra función como críticos es estimular ese diálogo entre el público y la pintura".
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