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TREINTA AÑOS EN LA CARRETERA

El hombre que cambió el tiempo

En marzo de 1962, el primer disco de Bob Dylan ya apuntaba los vértices de una nueva música que recogía el country de Hank Williams y el blues de Robert Johnson como puntos de partida. Algo más tarde, aparecería la ideología de un Woody Guthrie que soñaba, enfermo en Nueva York, la visita del joven Dylan para mostrarle su guitarra, aquella que llevaba grabada una frase: Ésta es una máquina para matar fascistas.Un año antes, Dylan había llegado a Nueva York. Sus primeras canciones hablaban de su nueva ciudad -"Hay personas que te roban con la pluma. No me llevó mucho tiempo darme cuenta" (Talking New York) y de su padre espiritual -"Hola, Woody Guthrie, te he escrito una canción sobre un curioso mundo que sigue en marcha. Que parece enfermo y tiene hambre. Que está cansado y roto. Que parece estar muriendo y apenas si acaba de nacer" (Song to Woody)-.

Enseguida fue recogido como un hijo por la generación de músicos sindicalistas, con Pete Seeger a la cabeza, quizá ignorando que amamantaban al ladrón que les iba a robar el futuro al dar contenido contemporáneo a una música de raíz popular y elevar la altura poética de los textos. Con ellos, Dylan se empapó de la ideología que transformó sus largas canciones en romances cotidianos. Era el primer paso.

El segundo fue musical. Dylan ya había avisado en Subterranean, homesick blues que su revolución no se iba a parar en los textos de las canciones. El 25 de julio de 1965, apareció en el festival folk de Newport con una guitarra eléctrica y la Paul Butterfield Blues Band como grupo acompañante. Los puristas aullaron, pero tres meses más tarde, su primer disco eléctrico, Highway 61 revisited, alcanzaba el número tres en las listas norteamericanas, puesto de privilegio para un artista que jamás ha conseguido un número uno. El disco comenzaba con una obra maestra: "Hubo una vez en que vestías tan bien. Arrojabas una moneda de 10 centavos a los vagabundos en la primavera de tu vida, ¿no es así?". Era Like a rolling stone y la revolución se había realizado, consolidada un año más tarde con Blonde on blonde y otra perla: Just like a woman.

Y ya nada fue igual en la música popular. Emergió una generación de cantantes de protesta que salpicó al mundo entero y que enriqueció literariamente el rock. Acabó con la duración tradicional de las canciones, doblándolas hasta los seis minutos. Rompió las estructuras de las composiciones de estrofa-estrofa-estribillo, llevándolas hacia desarrollos más abiertos y libres. Creó una nueva forma de interpretar difícilmente apreciable para los no angloparlantes, pero emocionante cuando se siguen sus canciones con la traducción en la mano. Y abrió una nueva puerta de libertad para la música, rompiendo la llave para no volver atrás. Los tiempos habían cambiado.

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