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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un espectáculo global

Diez minutos después de las nueve de la noche, en mitad de una nube de fuego y humo y con el tema Jamm! como telón de fondo, Michael Jackson saltó como un resorte al escenario del Vicente Calderón. 40.000 personas le aclamaron desde ese momento, y de forma ininterrumpida durante las dos horas y veinte minutos que duró su actuación. La fábrica de sueños del artista pop que ha dinamitado las cifras de la industria discográfica, finalizaba su gira española con un éxito tan predecible como la totalidad de su espectáculo, una versión revisada y ampliada del que nos visitó hace cuatro años. Fueron quince canciones y un sinfín de vericuetos circenses que hicieron las delicias del heterogéneo público reunido a orillas del Manzanares.Y es que es difícil que alguien se aburra en un concierto de Michael Jackson. Está abarrotado de cosas. De imágenes y sonidos, de bailarines y actores, de fuegos artificiales y deslumbrantes efectos... Hay incluso un hueco para la música. Jackson ha creado un personaje visual capaz de superar con creces al musical. Un genio de la imagen que se muestra obsesionado por derrochar electricidad, por manejar cifras millonarias, por ganarse el título de príncipe de los extravagantes.

Michael, Jackson

Michael Jackson (voz), Brian Loren (teclados y dirección musical) Jeniffer Batten (guitarra), David Williams (guitarra), Grad Buxter (teclados), Don Bayette (bajo), Ricky Lawson (batería)¡ Sieddah Garrett, Kevin Dorsey y Darryl Phinessee (coros), Randy Allaire, Eddie Garcia, Dominique Lucero y La Velle Smith (bailarinas). 40.000 personas. Precio: 4.000 pesetas. Estadio VicenteCalderón. Madrid, 23 de septiembre.

El escenario era digno de un rey: 80 metros de ancho por 27 de largo. El sonido inicial, insuficiente para un grupo de garaje: disperso, nada potente y, eso sí, sucio. Con el paso de las canciones mejoró notablemente, hasta el punto de poder distinguir las cualidades instrumentales de una banda interesante. La presencia del bajo de Don Bayette, la fuerza de la guitarrista Jeniffer Batten, la calidad de los coros...

Recorrido habitual

Jackson inició su habitual y libidinoso recorrido genital al mismo tiempo que abordaba su primera canción. Suena Starting something y sus manos se lanzan a explorar caderas y aledaños, para terminar el recorrido en el lugar previsto: acariciándose con frenesí la entrepierna. Está claro que es un instinto superior a sus fuerzas. El ser andrógino y asexuado, que sueña con ser Peter Pan pero se conformaría con el papel de Campanilla, ofrece entonces su lado macarra. Es el Jackson programado para parecer barriobajero, para promocionar Beat it y bailar con pandillas en la penumbia de un garaje.

Después llegaron Human nature, Smoth criminal, Thriller, Billie Jean, Black or white, Heal the world, Man on the mirrow... Sueños y pesadillas, burdas alegorías, guiños y símbolos, pueblan estas canciones en un intento por provocar lecturas alternativas en un texto sin dobleces. Jackson no se conforma con lo que tiene. Su obsesión es la penúltima vuelta de tuerca, ese salto mortal que parece suplicar el Oh! del público. Y para conseguirlo, las canciones resultan ya un patrimonio insuficiente. En las revisiones actuales de sus propios clásicos se aprecia la astillada domesticidad de una música acorralada por la industria. Carece de la profuncidad del soul, pese a haberse educado en la trastienda de la Motown, y no alcanza las cotas de emoción y alma del mejor sonido negro. Pero entretiene. Y baila con un estilo absolutamente único. Su oferta está definitivamente más cerca de los espectáculos globalesi que ofrece el cine o la televisión que de la auténtica música pop.

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