_
_
_
_
_

Crímenes de mala saña

Historias sobre dos asesinatos de 'camellos' y un apuñalamiento en una semana

Ana Alfageme

Los adoquines de Malasaña, en realidad barrio de Maravillas, el nombre que aman sus vecinos, han visto demasiada sangre en sólo una semana y eso que sus portales conservan la huella -gotas rojas que se secan al sol- del trasiego diario de yonquis que van coleccionando en el cuerpo dosis de caballo. Dos camellos habituales fueron secuestrados el jueves 10 en la misma plaza del Dos de Mayo. Se les volvió a ver a 16 kilómetros, en Rivas Vaciamadrid, pero con el cuerpo acribillado a balazos. Apenas una semana después, un chileno se desplomó con una puñalada en un costado en la calle con más bares del barrio. La sangre y el enojo vecinal sacará más policías a la calle.

Más información
Un tunecino, acusado de apuñalar a un chileno en un solar de la zona

"El Mimi era un chaval que de repente se metió donde no se tenía que meter", comentaba ayer un policía, refiriéndose a Javier Bonilla Lázaro, de 20 años, el más joven de los carnellos asesinado, que era vecino del barrio. El otro, también traficante habitual, era un cuarentón de buen ver, José María Caballero Castejón. "Parece que se enredaron en negocios con gente gorda, peligrosa y éstos les hicieron alguna faena, como no pagarles la mercancía", prosigue el policía. Lo siguiente fue irles a buscar, decirles, 'no pasa nada, ya nos pagaréis', llevárselos engañados y freírles a tiros".Así debió de ocurrir. "Al Mimi se le vio una hora antes de desaparecer, el jueves por la tarde", añade el agente. En la plaza, el paisanaje habitual de yonquis y camellos oyó cómo José María Caballero le decía a Mimi: "Vente conmigo por si acaso". Y se fueron con unos tipos, "al parecer de una de las mafias turcas".

El viernes por la mañana, un coche con las luces encendidas y las puertas abiertas, aparcado en un arcén de la carretera de Valencia, kilómetro 16, llamó la atención de una patrulla de la Guardia Civil. Al lado, el cuerpo de José María Caballero, el cuarentón, con cuatro tiros en la espalda y uno en la cabeza. Una bala le salió a Mimi por la nuca.

De negro y con gafas

Caballero era un hombre simpático, guapo y trajeado que solía llegar a la casa de Ana María Turrero, su novia, -un bajo en la calle de Cartagena, 61 - al volante de un Mercedes o un BMW. "Él venía a pagar la renta, unas 40.000 pesetas, cada dos o tres meses", comenta la hija de la portera. Ana María lleva años viviendo allí, y ahora es una mujer famélica, consumida por las drogas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

"Los padres, que deben ser ricos, le traían comida y a veces se la llevaban para tratar de desegancharla. Ella estaba echa una pena, muy delgada". La vecina de arriba vio a la pareja en la última semana de agosto. "Se fueron de vacaciones". Ana María volvió el jueves pasado. "Bajó de un taxi, iba vestida de negro, llevaba una peluca y gafas oscuras, como si tuviese miedo de algo", dice la portera. Hacía una semana que había muerto su novio.

Esa misma noche, se oyeron gritos y pasos en la escalera: "Puta", "mala puta". La hija de la portera no abrió la puerta, pero oyó que Ana María gritaba que la iban a matar. "Salió a la calle en bragas, se la veía todo". Alguien llamó a la policía. La chica tuvo que irse con los agentes porque en su casa encontraron 90 gramos de droga y 300.000 pesetas. En el baño, semen y cocaína. "No querían nada, venían a por ella", dice otra vecina. No era la primera visita de la policía. "Hace cuatro o cinco años, le pillaron con videos, televisores y un montón de dinero", comenta otra vecina.

Un día después de que se supiese que los dos camellos habían pasado a mejor vida, la sangre salpicaba a borbotones los mismos adoquines del barrio, concretamente los de la calle de San Vicente Ferrer. Un chileno de 29 años se desplomaba allí en la madrugada del miércoles pasado con una grave cuchillada en el costado. A la misma hora, un hombre moría cerca, también apuñalado, en la calle del Barco. Los dos sucesos destaparon el descontento de los vecinos del barrio de Maravillas, acostumbrados ya a que sus hijos jueguen en la plaza del Dos de Mayo mientras a dos pasos se trapichea.

Plan para el Centro

La sangre de los dos apuñalados ha servido también para que los responsables de la seguridad en la capital se hayan reunido. El delegado del Gobierno, Segismundo Crespo, aseguró ayer al concejal de Seguridad, Carlos López Collado, que va a haber más policías en las calles del Centro, ahora que han pasado las vacaciones y los Juegos Olímpicos. Los vecinos reclamaban la semana pasada un plan de seguridad prometido en primavera.

Las medidas se perfilarán hoy, en una reunión de los mandos de Policía Nacional y Municipal. "Se identificará constantemente a la gente, se aplicará la Ley Corcuera en los bares donde se pasa droga y seremos implacables con los extranjeros", dice el concejal.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_