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El Juego más difícil

El juego más difícil del verano propuesto por El País Semanal durante agosto ha tenido una amplísima acogida entre los lectores; pero no todos los lectores, que han sido miles y miles, han quedado satisfechos. Bastantes participantes han protestado, fundamentalmente por dos aspectos: los errores cometidos en la formulación de algunas de las enrevesadas preguntas planteadas y el funcionamiento del teléfono, herramienta básica para construir el rompecabezas.Respecto a lo primero, el redactor jefe del suplemento, Alberto Anaut, explica que "en elgún caso esos errores fueron provocados por el autor material del juego, que introdujo datos equivocados en alguna de las pistas; en algún otro, los errores fueron introducidos en la edición de los textos". No pretende justificar estos fallos: "Los errores lo fueron, y basta", reconoce. Pero añade que en los cinco casos advertidos "se publicó fe de errores en el periódico con tiempo suficiente para que los lectores tomaran buena nota y adivinaran las rutas correctas". Según Anaut, "de hecho, en ninguna de las rutas semanales contaminadas por errores sé apreció bajada en el número de respuestas acertadas". Hubo, no obstante, lectores que no vieron la fe de errores, con lo que perdieron la oportunidad de seguir jugando por el buen camino.

En cuanto al teléfono, la queja mayoritaria de los que protestan se refiere al número con el que tenían que contactar para poder acometer el último tramo del Juego: se mantenía ocupado incesantemente; en vano, una y otra vez marcaban el 905 11 24 62, que tantos esfuerzos había costado adivinar. Fue inútil. Las energías empleadas en responder acertadamente a las complejas y laberínticas preguntas que se plantearon durante cinco semanas se vieron malogradas por la impenetrabilidad telefónica. A través del auricular sonaba incesante la señal de ocupado o se escuchaba la consabida cantilena: "Por sobrecarga en la red, vuelva a marcar dentro de cinco minutos". ¿Qué pasó?

Anaut cuenta cómo se desarrolló el juego, que consistía en hallar unos números telefónicos concretos. En total, a lo largo de las cinco semanas que duró, los números descubiertos por los participantes recibieron 527.067 llamadas acertadas. En los días 5 y 6 de septiembre (término del juego), las llamadas correctas al 905 1195 38 -llave del enigma que daba paso a la final- fueron 78.779, y 6.643 al 905 11 24 62, que daba opción a saltar el último obstáculo para estar entre los acertantes (111 personas lo lograron). El torrente de llamadas aquel Fin de semana fue tan grande que el sistema del 905 -que permite hacer una llamada por un precio fijo desde cualquier punto de España- sobrepasó, cuenta Anaut, cualquiera de los límites a los que hasta entonces se había visto sometido.

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Acerca de los problemas qee se produjeron en las líneas, el director del departamento de Marketing y Ventas a Grandes Clientes de la Telefónica, José Luis Guezuraga, explica que la gran aceptación que el juego tuvo entre los lectores de El País Semanal "produjo una avalancha de llamadas no previstas inicialmente". Y precisa: "La mayor parte de los incidentes estuvo provocada por los errores a los que llegaron los concursantes en el cálculo del número de los 905, que servía de soporte al concurso". Guezuraga especifica que, "cuando los concursantes acceden a números del 905 incorrectos, la red inteligente de Telefónica les da una señal que, para los no entendidos, puede parecer de saturación, pero que indica realmente una no disponibilidad de servicio".

El tráfico generado por El juego más difícil del verano fue extraordinario: "Frente a las 527.067 llamadas atendidas correctamemte dentro del programa", cuenta Guezuraga, "se han contablizado 2.735.078 llamadas hacia números no operativos en la red y que no se facturaron a los concursantes". Para Telefónica, este volumen de llamadas explica tanto el nivel de aceptación del juego como las reclamaciones recibidas en el periódico.

A título de anécdota: las llamadas a la centralita de Fabero -pueblo leonés del que había que adivinar el censo de habitantes para llegar a la final- ha estado casi una semana caída: 2.000 llamadas simultáneas la hicieron estallar.

El redactor jefe del suplemento, donde se han vivido intensamente todas las peripecias del juego, comenta al Ombudsman: "Mientras un buen número de lectores (doscientos, tal vez) asegura que el sistema es una catástrofe y el juego un fraude porque no lograron conectar la última semana ni con el teléfono 905 1195 38, que planteaba el enigma, ni con el 905 1124 62, en el que un equipo de personas entrenadas al efecto planteaban preguntas imposibles a los héroes que habían llegado hasta la ultima fase, tengo que decir que, según nuestros cálculos (razonables y con todos los datos en la mano), al primero de ellos llamaron entre 20.000 y 40.000 personas, que realizaron cerca de 80.000 llamadas -entre dos y cuatro por persona-, ya que no entendieron o no se pudieron creer lo que estaban oyendo". En cuanto al 905 11 24 62, "que tuvo el mayor índice de colapso en las diez últimas horas", Anaut cuenta: "La mayor parte de los concursantes que llegaron a la gran final de Segovia llamaron entre cinco y diez veces al número -que para otros nunca contestaba-, ya que casi nadie fue capaz de acertar la pregunta que se les planteaba a la primera conexión. La rapidez en solucionar el primer enigma facilitaba contactar con el segundo teléfono: en las primeras cuatro horas de su funcionamiento sólo llamaron 28 personas".

En el suplemento, al final del planteamiento correspondiente a la última semana del juego, se decía al participan . te que ya hubiera conseguido adivinar la última clave: "Casi ha conseguido llegar al final ( ... ) prepárese para lo peor, pero tómeselo con deportividad". Uno de los lectores que se estrellaron contra la llamada final medita y se pregunta si "lo peor" se refería a la saturación telefónica. ¿Era previsible la catarata de llamadas?

El teléfono directo del Ombudsman es el 304 28 48.

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