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EL FUTURO DE EUROPA

Londres confía secretamente en que Francia diga "no"

Enric González

John Major sigue opinando que el Tratado de Maastricht "contiene elementos muy positivos para los británicos". Pero ya no defiende el sí. Se negó a hacerlo cuando un entrevistador de televisión le pidió, en directo, que se pronunciara con claridad. El primer ministro británico y parte de su Gabinete parecen confiar ahora, secretamente, en un no francés que reduzca a los demás Gobiernos europeos a la misma condición en que se encuentra el del Reino Unido: confusión, derrota y vergüenza.

La aprobación de Maastricht por parte del electorado francés no garantizaría la aplicación de los tratados. Faltan los grandes escollos del Reino Unido, donde el hundimiento de la libra por culpa de Alemania -ésa es al menos la impresión más extendida aquí- ha generado un rápido rebrote del nacionalismo, y de Dinamarca, donde las encuestas insisten en señalar una mayoría en contra. Adicionalmente, resaltaría la actual paradoja: la presidencia comunitaria está en manos de un país ajeno al Sistema Monetario Europeo, resentido contra Alemania y muy molesto con otros socios europeos.Un no francés "resolvería muchos de nuestros problernas", dijo un miembro no identificado del Gobierno británico al diario económico The Financial Times. Uno de esos problemas es la falta de autoridad moral respecto al resto de la CE. Michael Helsentine, ministro de Industria y Comercio, mostró el viernes su irritación por las manifestaciones de varios dirigentes europeos sobre la necesidad de celebrar una cumbre comunitaria tras el referéndum de hoy.

John Major ha venido insistiendo en los últimos días en que un no francés "no significaría el fin del mundo" y en que existen muchos instrumentos, al margen de Maastricht: el mercado único y las relaciones comerciales con EE UU, de forma especial.

Otro problema que la supervivencia de Maastricht supondría para Major sería la relegación del Reino Unido al pelotón de cola de la Comunidad. Gana verosimilitud la opción de una Europa de dos o más velocidades, y parece claro que la libra no podría ser incluida en el grupo de cabeza.

La caída de la libra no sólo ha roto el espinazo de la política económica de Major. También ha exacerbado en la sociedad británica el temor a una CE completamente dominada por los alemanes. El fantasma que durante años han agitado la ex primera ministra Margaret Thatcher y sus fieles euroescépticos se ha hecho realidad al menos temporalmente: la loco motora alemana forzó primero la elevación de los tipos de interés en el Reino Unido y luego provocó la devaluación de la libra.

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