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El 'sí' alcanza el 53% en el último sondeo francés

Los tres mosqueteros del no a Maastricht en las filas de la derecha democrática francesa estaban anoche felices y expectantes como un niño en las vísperas de la llegada de los Reyes Magos. Su mitin conjunto en París había sido un éxito. Ocho mil personas abarrotaron la sala y aplaudieron con fervor la defensa de la "especificidad francesa" de los gaullistas Philippe Séguin y Charles Pasqua y el populista Philippe de Villiers. Séguin lanzó acerados dardos contra la participación del español Felipe González, el alemán Helmut Kohl y el británico John Major en la campaña de los partidarios de Maastricht.

A partir de hoy, los franceses navegarán en la oscuridad hacia su histórica cita con las urnas del próximo domingo. La ley francesa prohíbe la publicación de sondeos en la semana que precede a la votación. La última encuesta de la campaña, la de Journal du Dimanche, difundida anoche, otorga al sí el 53% de las intenciones de voto, y al no, el 47%. La penúltima, de Libération, situaba a ambos campos en igualdad de condiciones: 50% para cada opción.

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Con el presidente François Mitterrand recuperándose sin mayores problemas de su operación de próstata, la campaña del referéndum alcanzó su velocidad máxima. El gran momento de la jornada fue el mitin de Séguin, Pasqua y De Villiers en la sala Zenith. Un público burgués y entusiasta celebró una gran ceremonia nacionalista.. Banderas y globos con los colores franceses decoraban el gran local. Por todas partes se leían estos lemas: "Maastricht, Mitterrand, no" y "Libertad, me gusta tu no".

Antes de que todo terminara con el canto colectivo de La Marsellesa -"a las armas, ciudadanos, formad los batallones, marchemos, marchemos"-, De Villiers fue muy aplaudido al decir: "Estoy harto de que Delors se pasee como un jefe de Estado". Y Pasqua, aclamado al proclamar: "Maastricht representa todo lo que el general De Gaulle combatió con todas sus fuerzas, a fin de poder dejarnos una Francia fuerte, respetada, escuchada en Europa y todo el mundo".

Cada alusión a Mitterrand, Delors, Kohl, Major y González recibió un inmediato abucheo. Ironizando, Séguin dijo: "Quiero excusar la ausencia de Felipe González [gran abucheo], al que tanto interesan los debates referendarios y que, incomprensiblemente, se priva de organizar uno en su país". Y luego añadió: "El sentido del humor de John Major es admirable. Nos dice que lo que es inaceptable para los ingleses, la moneda única, es estupendo para los franceses".

Votar no, dijeron los mosqueteros del rechazo, será salvar a Francia de un "gravísimo intento" de recortar su soberanía. El no, afirmaron, defiende los 11 amenazados" intereses de la agricultura y la industria francesas; rechaza "la hegemonía monetaria alemana"; se opone al "intolerable" voto de los extranjeros; da una "patada en el trasero" a los "apátridas burócratas de Bruselas"; rescata de "la catástrofe" el patrimonio galo -desde los quesos hasta los valores republicanos-, y por último, acelera la agonía del "insoportable" poder socialista.

Decidir por otros

"Los franceses", dijo Séguin, "van a tener que decidir por otros pueblos amigos a los que sus dirigentes, esos dirigentes que tienen la cara dura de venir a hacer campaña a Francia, han privado de su derecho a la expresión".

"Ésos pueblos", prosiguió,

comprenderán que si votamos no, no nos estamos oponiendo a Europa, sino a una cosa concreta que se llama Tratado de Maastricht y que es inaceptable para nuestro país y para los demás". "Francia", dijo Pasqua, es "la única nación en el mundo que representa algo más que ella misma".

"Europa",' continuó, "está pendiente de Francia, pero desde Copenhague a Varsovia, desde Londres a Moscú, desde Berlín a Atenas, 'si los Gobiernos esperan un sí, los pueblos sueñan con un no". Inquietos por la fuerza del no en su propio campo, los dos adalides de Maastricht en el campo de la derecha, Jacques Chirac y Valéry Giscard d'Estaing, multiplicaron ayer sus esfuerzos para convencer a sus electores de que votar sí no significa dar un cheque en blanco a Mitterrand.

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