En memoria de Fernando Salas
El abogado Fernando Salas fue incinerado ayer en el crematorio madrileño de la Almudena. Amigos y compañeros asistentes al acto, entre los que se contaban el juez Joaquín Navarro, el Filósofo Javier Sádaba, el abogado Jaime Sanz de Bremón y el dirigente de Comisiones Obreras Agustín Moreno, resaltaron su honestidad, su solidaridad progresista y su valentía en la lucha por la defensa de los derechos humanos.
Por la seguridad ciudadana
La muerte prematura de Fernando Salas ("Doctor, todos los hombres mueres jóvenes", respondió Stevenson al médico que le aconsejaba sosegar su vida si no quería morir joven) ha coincidido con síntomas inquietantes para la seguridad de los ciudadanos españoles: la prensa revela que la mayoría de los funcionarios condenados por malos tratos y torturas han cambiado de destino, pero no han sido efectivamente inhabilitados; los policías mafiosos que hicieron desaparecer al Nani comienzan a gozar con envidiable prontitud de régimen penitenciario abierto; a falta de ocupación más idónea, algunos golpistas del 23-F examinan de conocimientos constitucionales a las inquietantes, nuevas promociones que, han de custodiar nuestros derechos, etcétera.Y encima se nos muere Fernando Salas, uno de los más fiables y valientes luchadores contra la tentación del Estado hacia la brutalidad tolerada... "por nuestro bien". Con tal motivo, no será inoportuno recordar que Fernando defendió la verdadera seguridad ciudadana: la seguridad de que los policías no maltratan ni torturan a los detenidos, la seguridad de que si lo hacen serán efectivamente castigados (y no sólo trasladados de despacho), la seguridad de que con el dinero de nuestros impuestos el Estado no arma a sus propios terroristas del antiterrorismo, la seguridad de que vivimos bajo la aplicación del derecho y de que los guardianes no son ni pueden ser una variante institucional de la mafia que combaten. A mí poco me tranquiliza saber que pueden registrar mi casa sin permiso judicial o que pueden retenerme para mi identificación; en cambio, me tranquilizaba saber que había en este país alguien como Fernando Salas, decidido a enfrentarse sin remilgos con los abusos más temibles porque los cometen las instituciones más respetables, es decir: más impunes. Ahora que él falta, los ciudadanos estamos un poco más desprotegidos. Por desgracia sobran indicios de que no sólo sus amigos vamos a tener ocasiones inmediatas de echar mucho de menos a Fernando Salas.
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